jueves, 11 de octubre de 2001

Pongamos que hablo de Joaquín

¡Abrid los oídos, mortales! La música no es sólo el reemplazo del silencio en el fondo de una charla o del recorrido en el carro. Tampoco es únicamente el golpeteo que nos obliga a contorsionar el organismo en una sucesión de movimientos de brazos, piernas, cintura, caderas. Una buena canción puede ser bálsamo para el corazón, agüita fresca para el espíritu, manjar para los oídos... (y por si acaso, nada que ver con el “manjar de los lunes” del noticiero de Ecuavisa, como si los goles se merecieran ese adjetivo).

Bajo este último criterio, en mi discoteca personal me he dedicado estos últimos años a recopilar la obra de dos soberbios cantautores, españoles los dos, cincuentones los dos, ambos relativamente desconocidos entre nosotros. Joaquín Sabina y Luis Eduardo Aute. Sabina para los ánimos irónicos y desencantados y Aute para los momentos apasionados e idealistas. Y bajo ese mismo criterio hoy me propongo darles una probadita de las estupendas letras de estos caballeros y, con suerte, estimularlos a que busquen escuchar como suenan con su respectiva música.

Si, si, seguro que de Sabina conocen “Oiga doctor”, la canción que desató una pequeña polémica en Guayaquil en los años del rock latino y claro, “Y nos dieron las diez”, a dúo con Rocío Durcal. Los salseros a lo mejor recuerdan “Medias negras”, en la versión de Willie Chirino. Y de Aute, son infaltables “Alevosía” o “Mojándolo todo” y hasta un “Slowly”.

Pero quizá nunca han oído del hombre que vive "en el número siete, calle melancolía", no escucharon "la canción de las noches perdidas, que se canta al filo de la madrugada", ni aprendieron aún que "ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor".

A sus cuarenta y diez, como reza en el disco “19 días y 500 noches”, Joaquín Sabina le ha cantado por igual a un desamor que es puro cinismo –“después de tanto tiempo al fin te has ido y, en vez de lamentarme, he decidido tomármelo con calma”--, a un amor que se prodiga entre muchas aves de paso –“a las flores de un día, que no duraban, que no dolían, que te besaban, que se perdían”, pero que a veces se perfila con el anhelo de una mujer perdida –"no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió"- o en la conquista de una mujer anhelada –“puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemigo, tu todo tu esclavo, tu fiebre, tu dueño”.

Sabina se ha burlado de los absurdos de la vida, a saber, con una oda a Cristina Onassis –"era tan pobre que no tenía más que dinero"-, y un guiño a su compatriota Pedro, -"Yo quiero ser una chica Almodóvar, como la Maura, como Victoria Abril, un poco lista, un poquitín boba, ir con Madonna en limousine". También señala con el dedo a los ex comunistas –"Ese tipo que va al club de golf , si lo hubieras visto ayer, dando gritos de ‘yankie go home’ coreando slogans de Fidel. Hoy tiene un adoquín en su despacho del muro de Berlín"- y, claro, a las maniáticas restricciones de la vida moderna –"Si lo quieres es vivir cien años no pruebes los licores del placer, si eres alérgico a los desengaños, olvídate de esa mujer. Cómprate una mascara antigas, mantente dentro de la ley. Si lo que quieres es vivir cien años, haz músculos de cinco a seis".

Y las mujeres, ah, las mujeres de Sabina. Ya quisiéramos todas que nos canten así. "Tu cuello es una rama para colgarme, tu mente un crucigrama sin terminar, tu ombligo anda buscando donde ocultarse, tu boca es un milagro de la humedad" ( Besos con sal). “Hay mujeres que tocan y curan, que besan y matan” , (Mujeres fatal). “Vivo justo detrás de la esquina no me acuerdo si tengo marido, si me quitas con arte el vestido te invito a champán”, le canta la señora que lo sedujo en un bar no sin antes advertirle que hay caprichos de amor que una dama no debe tener”.

Pero eso, sí se debe tener claro que con él, todo es un beso y adiós. “Anda, deja que te desabroche un botón, que se come con piel la manzana prohibida. Y tal vez no tengamos más noches y tal vez no seas tú, la mujer de mi vida”, (Y si amanece por fin).

Ahora anda retirado de los vicios, por problemas de salud, reformado pero igual de cínico. No ha producido nada nuevo pero hay buenos discos de recopilaciones por ahi rondando. Tengo uno en que sus canciones las cantan solo mujeres, pero qué mujeres: Ana Belén, Julieta Venegas, Chabela Vargas, Soledad Giménez...

Que viva Sabina, y aunque él ya no acompañe, habrá que alzar la copa por él.Seguro nos cantaría: "Todos me dicen, eh Sabina, ten cuidado con la nicotina, eh, Sabina, ten cuidado con el Patermina, eh, Sabina, ten cuidado con la Josefina, naranjas de la china, no, dame sexo y rocanrol"

PD: Con respecto al título, y con perdones a Mr. Mustard que ya le hizo un guiño en uno de sus posts, "Pongamos que hablo de Madrid" es una de sus canciones clásicas.