martes, 22 de febrero de 2005

Despues de ti, ¿qué?

Listo, llegó Cupido, acertó con su flecha. El disparo inicial de la oxitoxina y la vasopresina que sirven para engancharnos se consolida con el intercambio de palabras, momentos, historias, besos. Llega la necesidad de compartir más, de vivir juntos, de hacerse promesas para toda la vida. Llega el momento del susto. “Toda la vida” es demasiado tiempo. Es una renuncia extendida a la experiencia de convivir, compartir, enamorarse de otras personas, esas que aún no conoces, esas promesas inciertas, esos sabores nuevos, esas pieles desconocidas, esas risas aún no cantadas.

Y ahora, ¿qué? ¿Es posible asumir el compromiso de la fidelidad? ¿Es racional pensar que una vez atados no te podrás volver a enamorar nunca más? Muchos llegan al matrimonio sin pensar siquiera que ellos podrían ser infieles, siempre tememos la infidelidad del otro, en especial, las mujeres de los hombres. Pero no se plantean la posibilidad de que un día te reencuentres con esos sentimientos nuevos, con la emoción del enamoramiento, la anticipación del encuentro, el calor en toda la piel que se activa con la cercanía.

Parto de dos premisas: no existe el único amor, como te lo pintan los boleros, si no, la gente no podría, digamos, enviudar y volverse a casar, o terminar una relación relativamente buena por diferencias de opiniones y seguir enamorándose. Además, entre los miles de personas que hay en el mundo habrá muchas con las que puedes tener muchas cosas en común, muchas personas de las que te puedes enamorar y con las que puedes tener relaciones igualmente buenas, saludables, productivas. En fin, buenos amores.

¿Más ansiedad? No, por el contrario, si ya elegiste uno por las razones correctas, con amor verdadero, con mucha dosis de compañerismo, con alegría en fin, para qué angustiarte por todos los que no tendrás o por los que conoces en el camino y te encantan y que, por haber elegido ya a alguien, tienes que dejar pasar. No te queda mas que decir “qué lindo” y desearles lo mejor del mundo (aunque eso no puedas ser tú). Porque así lo has elegido, porque hiciste un compromiso con alguien a quien amas y deseas respetar y honrar y eso es algo que eliges todos los días, hay días en que será mas fácil, otros mas difícil.

Porque soy yo quien eligió a Mercurio por todo lo que el es y no porque se me presente, digamos, Jude Law, Collin Farrel o Lenny Kravitz, voy a enloquecer del todo y, mas que nada, sentirme culpable por encontrarlos bonitos e interesantes. Como decían en las clases de catecismo, lo malo no es sentir sino consentir. Ahora, cuando encuentro a alguien que me parece hermoso en su conjunto pues nada, reconozco el sentimiento, lo disfruto en mi corazón y me comporto como una damita. Hacer cualquier otra cosa es hacer daño y de un tipo que no quisiera que me tocara experimentar.

El amor siempre evoluciona, nunca es el mismo, nuevas experiencias o nuevos niveles de madurez te enfrentan con nuevas preguntas y decisiones. Siempre y cuando la decisión de fondo, el compromiso de seguir con esa persona y no con ninguna otra del planeta, se mantenga ante la nueva información, todo marcha bien. La fidelidad es la reafirmación de una elección consciente, no un estado de gracia caído del cielo o una función que se activa con la suscripción de un contrato. Así, puedes recordar que un día cantaste Arrebato con Luis Eduardo Aute y que sigues sintiendo igual. Eligiendo igual.

“Contigo quemaré los días
y encenderé las noches,
los soles serán energía,
las lunas, un derroche...
Al fuego irán las felonías
de popes y fantoches
con nuestras propias cobardías
de culpas y reproches...

Sin ti...
lo que me resta por morir
es sólo un dato...
Contigo sé que volveré a sentir
el arrebato,
el arrebato de vivir".

miércoles, 2 de febrero de 2005

Pasen adelante

Sean bienvenidos a mi blog. Para empezar, hay mucha lectura por hacer. Estas cartas las empecé a escribir en enero del 2001, cuando inventé el blog sin saber que lo había inventado. Entonces, vivía en Quito, había dejado el periodismo hace poco tiempo y quise mantener activo el músculo de la redacción, pero con temas más personales, crónicas urbanas si quieren ponerles nombre.

Así, creé una lista de correo con mis amigos y les enviaba estas cartas semanales, recibía sus comentarios y se los reenviaba en un resumen. Fueron 10 cartas en total, desde "Día de Sol", hasta "Guayaquil". Al final de esa temporada me había casado por la iglesia (leer "Otilia y Daniel") y había regresado a vivir en Guayaquil. "Pongamos que hablo de Joaquín", lo escribí en Octubre de ese año pero nunca lo envié, así que es la única carta totalmente inédita.

Que lo disfruten y comenten. Como digo recientemente Long John Silver, el blog está servido
.