miércoles, 17 de julio de 2013

Cuarenta y uno

Esta tarde, mientras regresaba a casa, tuve una revelación (de esas que me pasan mucho al volante): era feliz. Y esa felicidad me sorprendió como se sorprende una cuando se mira de reojo en un espejo y no se reconoce. Hacía tanto tiempo que no era simple y sencillamente feliz, sin un motivo en especial o más bien incorporando todos los motivos, que primero se me llenaron de lágrimas los ojos y luego seguí disfrutando esa sensación de plenitud que es eso que llamamos felicidad.

Han pasado tantas cosas en los últimos 10 años (muertes, nacimientos, cansancios, mudanzas, separaciones) que pensé que esa sensación ya no me iba a ser conocida como lo fue en años tempranos. Recuerdo claramente que alguien me preguntó en mis 20s si era feliz y sin dudarlo dije que sí. Por mucho tiempo esa respuesta no fue la primera. Tenía momentos felices, amistades felices, oficios felices pero no, “feliz” no era mi estatus permanente. Hoy noté que hace ya varios meses lo es. ¿Es esto la madurez?

Más tarde, conversando con un amigo de toda la vida (y por toda la vida hablamos del quinto grado), él mencionó mucho esto de que ya no somos jóvenes porque con cuarenta años, vamos, ya no se lo es. Y que la edad nos ha vuelto más flexibles y tolerantes y nos permite escoger qué y a quiénes queremos en nuestras vidas. Elegimos lo que nos hace felices y plenos, en resumen.

En pocos minutos cumpliré 41. Un año de experiencia en esta especie de cúspide llamada mediana edad. Y así como recibí los cuarenta con alegría, debo reportar con gran emoción que los cuarenta y uno llegan con felicidad. Los orientales tienen un nombre para la satisfacción con la vida que llega en el camino de la iluminación y le llaman santosha. Estoy muy, muy lejos de iluminarme pero hoy tuve un probadita de ese estado y es muy, muy dulce. Soy feliz y ese, es el mejor regalo de cumpleaños que se puede recibir. No voy a enumerar los motivos ni voy a rogar que me perdonen los muertos de mi felicidad. Menos voy a temer que algo pueda ir mal. Esta felicidad es ganada, merecida y bien recibida, sin miedo, sin sospechas, sin condiciones. Marco este día para recordar la sensación y luchar por mantenerla en medio del caos cotidiano, las furias menores, las ausencias permanente y las distancias dolorosas. Feliz cumpleaños a mi.