jueves, 21 de junio de 2007

Rewind

Todos tenemos un momento (o varios) en la vida al que quisiéramos regresar. Un lugar, unas compañías, un día específico, una emoción cierta. Todos quisiéramos tener la posibilidad de transportarnos a ese momento del pasado en el que éramos algo distinto de lo que somos ahora, en el que gozábamos de la ingenuidad, la alegría, la seguridad. Un punto en el que el dolor, la muerte, el amor, la desesperanza, la realidad todavía no nos habían tocado la frente y dejado transformados para siempre.

Ese momento, me atrevo a sentir que se llama inocencia. Un estado de gracia, un momento “previo a”, un paso antes de que nos pase “aquello”, conozcamos a “este”, nos olvidemos de “ellos”. Hay acciones, eventos que nos marcan, casi siempre asociadas a las palabras “primero” y “último”: el primer beso (o el segundo), la primera (atropelladaperogloriosa) vez, la primera cita, el último suspiro, el último en salir de la fiesta, el último encuentro. Una se recuerda completamente en esos instantes perfectos, sabe lo que vestía de pies a cabeza, a qué olía el ambiente, qué comió, con quién y de qué rió, a qué hora se durmió. Y lo que pensaba y sentía antes de dormir, la marcha apresurada del corazón, el giro de carrusel de la cabeza y la panza.

Y sabemos también que nos despertamos al siguiente día y todo ha pasado, todo ha cambiado. Nos queda apenas la resaca, el recuerdo, el momento que pudo ser y no fue, la mirada que no veremos nunca más. Sabemos que algo cambió, algo se nos quedó en el camino, aunque sea una idea de nosotras mismas.

Hoy no me basta el recurso de la memoria. Hoy quisiera volver a ese “antes”. A ese mundo lleno de posibilidades y vacío de ausencias. Hoy deseo pulsar “rewind” o decir “Beam me up, Scotty” y que me teletransporten a ese estado primordial. De vuelta a la inocencia.

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