sábado, 2 de abril de 2005

Euforia

2005 se perfila, a un trimestre de comenzado, como el año de los imposibles. Todo lo que pensé que no vería suceder en el tiempo de mi vida, o al menos en el futuro cercano compuesto de meses, años hasta décadas, está sucediendo.

Carlos, Príncipe de Gales, se casa con Camilla Parker-Bowles, Juan Pablo II muere en cosa de dos meses de deterioro fulminante. Abdalá Bucaram vuelve al Ecuador sin que se hubiera cumplido la condición de que León Febres-Cordero hubiera muerto antes. ¿Qué otras sorpresas nos depara? ¿Que Michael Shumacher pierda el campeonato de la Fórmula Uno? ¿La revelación de un contacto irrefutable con formas de vida extraterrestre? ¿La destitución deshonrosa de, digamos, el presidente George W. Bush, al puro estilo de su colega, Richard Nixon? ¿La elección de un papa, (¡Oh, Dios, latinoamericano o negro!) que traiga una ola de reforma integral a una institución que de caduca se cae en pedazos y pierde fieles por millones?

Si lo leía en las predicciones para el nuevo año a finales de 2004, me hubiera reído. Pero ese futuro improbable está aquí, nos cayó sobre la cabeza de repente, sin vacuna, sin previo aviso, con total sorpresa. Cada uno de estos eventos trae un cambio relativo en su ámbito particular. Los ingleses se tendrán que calar, quizá, a doña Camila como su reina, o al menos tendrán que aceptar que torcido y todo, ESE es un amor que ha resistido todas las pruebas. Lo del papa ni decirlo, es cambio, cambio de persona, de imagen, de estilo y, ojalá, de rumbo.

Abdalá, de guayabera blanca, trepado en el techo de una camioneta negra que recorre lentamente la avenida Nueve de Octubre, parece demasiado, parece cuento. Abdalá agitando los brazos, elevando los puños, triunfante, eufórico, contagiado y generador de la emoción de cada ser humano que, parado en esa calle, pone en él todo el imaginario de su compañero, su líder, su salvador. El guacharnaco, sabroso, irreverente, sudoroso, gritón, burlón, brillante, “loco que ama”. El Ecuador cambió en lo que duraron estos dos días de no creer, de no imaginar, de no haber planeado. El tablero político del Ecuador cambia con una patada, un puñetazo, un grito gutural del loco que ama. “Volvió”. “Está aquí”. Genios del eslogan, los roldosistas, que nada tienen de aquel del que usurparon el apellido para nombrar a su partido, Jaime Roldós.

Me reí, me doblé de la risa al escuchar el inicio de su discurso. Me reí de la imitación de Febres-Cordero, me reí de su machismo de estampa cuando menciona a sus ojos que lloraron a su su “santa madre”, a su “dolor de hombre cuando murió mi padre”, me desbaraté de la risa cuando nombró a los miembros de su familia con los típicos diminutivos por todos conocidos, con el frgenillo que arrastra los "Magria Grosita"... (curioso, Jacobito, Dalito, Lindita y Michelito, no llevan erre). Pero la risa llegó a la euforia cuando apareció el megalómano, el hombre predestinado, más grande que la vida, cuando dijo que Karol Wojtyla no quería morir hasta que EL estuviera de nuevo en su patria. ¡Qué grande! ¿Estamos acaso frente a un iluminado, cuando el líder espiritual del mundo, el considerado en la mitología católica como el representante de Dios en la tierra necesita el “´permiso” del señor Bucaram para que su espíritu deje el mundo material?

Entonces, tras el pedido del minuto de silencio, tras esa última maniobra de político genial que se mete así en el bolsillo a las viejitas beatas, a los ladrones que antes de robar se persignan, cambié de canal. Le dí lo que pidió: silencio. Fue suficiente. Ya había gozado del mayor acto del gran circo Ecuador con la llegada del mayor de sus payasos, el más visto, el más generador de emociones fuertes: lo odias o lo amas, y si lo amas, hasta eres capaz de amarlo en secreto (¿Recuerdan el voto vergonzante?).

Bienvenido, Loco. Ningún político activo en el país tiene tu carisma ni tu genio. El otro que había está de capa caída, disminuido físicamente, arrebatado de poder. El alcalde de Guayaquil saca cero en carisma, aunque tenga excelentes notas en administración y carácter. Tremendo año electoral que viviremos a partir de esta noche. Qué pena que se apresuraron en botarte.

Por eso, señoras, señores, niñas, niños, TENEMOS QUE CALARNOS A LUCIO,
tenemos que sufrirlo completo, de inicio a final,
para que nos toque a todos,
para que nos harte a todos,
para que no nos quede ninguna duda de su incompetencia,
para que nunca lo volvamos a elegir ni para loco del pueblo.

El 5 de febrero de 1997, Abdalá Bucaram aún no había tocado fondo, aún no había traicionado a su pueblo, aún no eran irrefutables las pruebas de su corrupción, su incapacidad, su desvergüenza. Ojalá que cuando vuelva a ser presidente (oh, lo será, no lo duden, lo será) lo dejen arrastrarnos bien por el lodo para que todos despierten. Para que no hagan falta providencias judiciales para que huya, para que la falta de acogida, refugio, perdón, compasión sean las que provoquen su escapada final.

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