Amo los cumpleaños, me los disfruto mucho, me fascina convocar afectos y reunirlos a celebrar, celebrarme. Eso se lo debo a la Tere, siempre me hacía pasar un día muy especial, lleno de detalles, la llamada a la hora exacta del nacimiento, la torta hecha o comprada pero sabrosisisima siempre, el abrazo, la bullita con los cubiertos a la hora del almuerzo... Son dos años sin recibir esos cariños en lo físico pero sé que ella debe haber movido sus influencias (que para estas alturas no deben ser pocas) para ordenar el sol radiante y el cielo azul que me cubrieron al salir esta mañana hacia el jardín de la princesa. (Gracias mami, empiezo a sentir mas tu presencia, que tu ausencia... rico...).
Este es un cumpleaños feliz, la alegría vuelve a colarse en toda mi existencia, con el milagro presente y constante del amor cotidiano de Pepe y Emilia; con la bendición abundante de las amigas del alma, las de mucho tiempo (quizá muchas vidas, ustedes lo saben) y las de encuentro reciente, con su dosis creciente de confianza y descubrimiento, y los amigos queridos que llegan tarde, pero llegan, que mandan mensajitos en el celular temprano en la mañana y flores unas horas despues (gracias! hermosas!), que envian besos en el chat, que entregan abrazos breves pero cargados de afecto.
Festejo la dicha de vivir en este mundo, hoy, ahora, con toda mi historia recorrida y toda la perspectiva del futuro, con todo el amor que me rodea, con la dicha de tener un espiritu siempre dispuesto a crecer, a expandirse, a ser feliz.
Gracias a todas y todos por el camino recorrido, gracias por las demostraciones de afecto. Treinta y tres años, si, inevitable el lugar común: "la edad de Cristo", supongo que significa que es la edad de las realizaciones, de salir como El, al mundo a demostrar y compartir lo que se aprendió durante los 32 años pasados. Buen tiempo, buena edad, buen viento.
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