Renuente como soy a adscribirme a los tópicos de las conversaciones “de mayores”, tengo que declarar que he comprobado en carne –no propia, más bien ajena y más bien de plástico- aquella trillada frase de “ya no los hacen como antes”. La primera muñeca Barbie que la princesa recibió el año pasado de manos de su gentil abuela, ha perdido la cabeza en un incidente aún por aclarar.
Cuentan las testigos que la propietaria de la muñeca estaba caminando por el patio del jardín con su amiguita V, haciendo apenas un ademán de peinar el rubio cabello sintético de la muñeca (que como todas sabemos, con menos de un mes de uso ya se convierte en una masa de filamentos más parecidos a un estropajo que al brillante cabello que nos deslumbró al sacarla de la caja por primera vez), cuando de repente, cabeza y cuerpo terminaron separados sin remedio.
No, no se trató de uno de esos casos en que la infanta logra descolocar la cabeza de caucho del mecanismo que la sostiene que incluye un dispositivo en forma de bola que permite que la cabeza pivote hacia arriba, abajo y los costados. Por el contrario, lo que sucedió es que una porción del borde del cuello del juguete se rompió. Ese plástico otrora durísimo que no se rompía con ningún maltrato imaginado por las manos infantiles, ya no lo hacen como antes. Tengo la prueba reposando aquí a mi lado en la “enfermería”, eufemismo para decir que la intentamos remendar con cinta adhesiva pero la propietaria, cómo no, decidió ensayar la movilidad del cuello de su paciente y de nuevo lo separo todo de su lugar…
Lo que aún viene como “los de antes” son los afectos. Las hermandades que se forjan en los lugares más inesperados, entre las personas menos probables. Uno de mis amigos cumple años hoy, no puedo decir su edad porque no me ha autorizado a revelarla. Pero su vida ha experimentado tal renacimiento en los últimos tiempos que si el quiere decir que tiene quince, yo le creo y lo apoyo en el cuento. Existe una condición de quinceañerismo que no tiene edad ni es patrimonio de nadie y que tiene mucho de conmovedor y un poco de patético. (Una de nuestras palabras preferidas).
Nos cruzamos con mucha gente en la vida, gente con la que compartimos codo a codo ciertos periodos de la vida. Con mucha tenemos química, simpatía, llevamos una convivencia agradable, vivimos anécdotas graciosas y momentos importantes, pero con muy pocos nos quedamos, con muy pocos seguimos llevando un hilo que se extiende de lo laboral o estudiantil a lo humano, lo cotidiano, lo duradero.
Muchas cosas ya no son como las de antes, querido Carlos, tu vida ya no es la de antes, yo me olvidé de llamarte por tu cumpleaños como siempre hice antes a pesar de tu odiosa actitud de “no me importan los cumpleaños”. Nuestra amistad tampoco es la de antes, es mucho más honesta y sólida. Y espero seguir riendo contigo por muchos años de los que tú te atrevas a declarar. Y yo sí. Espero que eso sí no cambie. Te deseo toda la felicidad que te mereces y toda la que te permitas experimentar. Te deseo que calmen las tormentas y puedas ver con quiénes cuentas después de la depuración. Ya sabes que aquí sigo y que celebro, aunque tu no quieras, la aventura de descubrimiento que es tu vida. ¡Feliz Día!
Cuentan las testigos que la propietaria de la muñeca estaba caminando por el patio del jardín con su amiguita V, haciendo apenas un ademán de peinar el rubio cabello sintético de la muñeca (que como todas sabemos, con menos de un mes de uso ya se convierte en una masa de filamentos más parecidos a un estropajo que al brillante cabello que nos deslumbró al sacarla de la caja por primera vez), cuando de repente, cabeza y cuerpo terminaron separados sin remedio.
No, no se trató de uno de esos casos en que la infanta logra descolocar la cabeza de caucho del mecanismo que la sostiene que incluye un dispositivo en forma de bola que permite que la cabeza pivote hacia arriba, abajo y los costados. Por el contrario, lo que sucedió es que una porción del borde del cuello del juguete se rompió. Ese plástico otrora durísimo que no se rompía con ningún maltrato imaginado por las manos infantiles, ya no lo hacen como antes. Tengo la prueba reposando aquí a mi lado en la “enfermería”, eufemismo para decir que la intentamos remendar con cinta adhesiva pero la propietaria, cómo no, decidió ensayar la movilidad del cuello de su paciente y de nuevo lo separo todo de su lugar…
Lo que aún viene como “los de antes” son los afectos. Las hermandades que se forjan en los lugares más inesperados, entre las personas menos probables. Uno de mis amigos cumple años hoy, no puedo decir su edad porque no me ha autorizado a revelarla. Pero su vida ha experimentado tal renacimiento en los últimos tiempos que si el quiere decir que tiene quince, yo le creo y lo apoyo en el cuento. Existe una condición de quinceañerismo que no tiene edad ni es patrimonio de nadie y que tiene mucho de conmovedor y un poco de patético. (Una de nuestras palabras preferidas).
Nos cruzamos con mucha gente en la vida, gente con la que compartimos codo a codo ciertos periodos de la vida. Con mucha tenemos química, simpatía, llevamos una convivencia agradable, vivimos anécdotas graciosas y momentos importantes, pero con muy pocos nos quedamos, con muy pocos seguimos llevando un hilo que se extiende de lo laboral o estudiantil a lo humano, lo cotidiano, lo duradero.
Muchas cosas ya no son como las de antes, querido Carlos, tu vida ya no es la de antes, yo me olvidé de llamarte por tu cumpleaños como siempre hice antes a pesar de tu odiosa actitud de “no me importan los cumpleaños”. Nuestra amistad tampoco es la de antes, es mucho más honesta y sólida. Y espero seguir riendo contigo por muchos años de los que tú te atrevas a declarar. Y yo sí. Espero que eso sí no cambie. Te deseo toda la felicidad que te mereces y toda la que te permitas experimentar. Te deseo que calmen las tormentas y puedas ver con quiénes cuentas después de la depuración. Ya sabes que aquí sigo y que celebro, aunque tu no quieras, la aventura de descubrimiento que es tu vida. ¡Feliz Día!
No hay comentarios:
Publicar un comentario