lunes, 30 de enero de 2006

El Cuestionario Pivot

Francamente, esperaba a ser famosa mundialmente para tener que responder el cuestionario de Bernard Pivot que James Lipton hace a todo el que se sienta en su butaca del Actor's Studio. Pero Ludovico me pasó esta bolita y cumplo así con el encargo.

¿Cuál es su palabra favorita?
Eufonía.

¿Cuál es su palabra menos favorita?
Esmegma. (¡Guác!)

(Ya, ya, aquí les va el link del diccionario de la RAE, ¿qué esperaban, que pusiera “libertad” y “tortura”?)

¿Qué te enciende... creativamente, espiritualmente o emocionalmente?
Una mezcla de bondad, sensibilidad, cultura e inteligencia. Noche, luna, música, café, vino tinto, la voz de Bono, los versos de Sabina, Aute y Drexler. El yoga, los libros, risas y brownies.

¿Qué te apaga?
El ruido, y por ruido no me refiero a la bulla de la ciudad, los pitos, la música, sino a todo sonido vacío de intención y contenido.

¿Cuál es tu insulto favorito?
Chucha. Con acento en la U y sonido de “g” .

¿Qué sonido amas?
El romper de las olas.

¿Qué sonido o ruido odias?
El llanto de mi hija.

Aparte de tu trabajo actual, ¿en qué te hubiera gustado laborar?
Crítica culinaria. Fotógrafa.

¿En qué profesión/trabajo hubieras detestado estar?
Diputada, abogada y cualquier cosa que tenga que hacerse en lugares muy altos.

Si es que existe el Cielo, ¿qué te gustaría que Dios te dijera cuando estés entrando por las puertas del Cielo?
(Si, existe). Que no haya nadie en la puerta, pasar con precaución y que todos salten y me griten: ¡Sorpresa! ¡Y se arme ahí mismo la fiesta!

La falla con esta versión es que es pensada y redactada, en entrevista personal sacas lo que te viene primero a la mente, que suele ser lo más sincero. En fin, le paso la bolita, (¡jaja, lo estás esperando y ya me sé una de tus respuestas!) a Fátima y Paulette.

Adéndum

Fátima devolvió el gesto con otra cadena, la de los cinco hábitos extraños. Tuve que pensarlo mucho y aqui están.

1. Duermo con una almohada de plumas sobre los ojos. Me la llevo cuando me voy de viaje. No la presto a nadie. Nadie. Es mi infancia, mi colchita de Linus.

2. Me gusta escribir de noche cuando la gente duerme (y no jode, digo, interrumpe).

3. Mojo el pan en el café, con leche o negro, no en el capuchino.

4. Manejo con el cinturón de seguridad puesto aunque sea por media cuadra de recorrido. Uso las direccionales para indicar a donde voy a virar. (Eso, en mi ciudad, es un hábito bastante extraño).

5. Preparo dulces por impulso, me gusta tener recetas nuevas y probarlas un día cualquiera, no necesita ser una ocasión especial.

Dice el texto de la Sra. Acioly que hay que pasar la posta a cinco bloggers pero ella muy hábilmente me quitó casi todos los que pensaba poner, asi que aquí le paso el cuento a James Profit, Edipa Máas y de vuelta a Ludovico. De nada.

viernes, 27 de enero de 2006

Declaración de gracias

Gracias por el mar.
Por la forma de mi rostro, mi sonrisa y mi silueta.
Por mis manos, delicadas y suaves como las tuyas.
Por esta mueca tuya que me descubro haciendo con frecuencia.

Gracias por treinta y un años de compañía.
Por ser calor incandescente.
Por ser vocación apasionada.
Por ser siempre joven.

Gracias por darme vida.
Por los dolores que callaste.
(Especialmente cuando era yo la autora).
Por el amor que desbordaste.

Gracias por los recuerdos.
Por las canciones.
Por las risas.
Por las lágrimas.

Gracias por seguirme educando.
Por la gracia de haberte tenido en mi vida.
Por haber conocido e idolatrado a nuestra princesa.
Por la forma perfecta y delicada de tu despedida.

Te amo, siempre.
Te extraño, siempre.
Te honro, siempre.

jueves, 26 de enero de 2006

Al mar, amar

Y el mar que está loco por Ana/ prefiere no mirar/ los celos no perdonan/ al agua, ni a las algas, ni a la sal. Naturaleza muerta, Mecano

El mar está ahí, a corta distancia. Lo puedes oler, lo escuchas, lo ves, aunque sea de reojo, camino de una cita. Está ahí como una promesa, ahí como una invitación, ahí como un nido.

Y vas a su encuentro, aunque sea un saludo tímido, un simple “he vuelto” susurrado con las puntas de los dedos de los pies, un medio abrazo hasta las pantorrillas porque estás de apuro, porque dos horas son nada.

El mar te reconoce, te saluda, te lame la piel, te saborea y te deja su sabor a sales y a vida, a profundidad oscura, a reventar de ola. Llega el momento del ritual y lo dejas casi todo en la orilla. El mar te llama, el mar te recibe, el mar te acoge.

Te fundes en él en abrazo indisoluble porque al entrar al mar eres el mar. Eres ola, eres espuma, eres vaivén. Hogar eterno que no impone fecha para el encuentro, que te espera siempre, te rodea igual que la primera vez, como si fuera la última. Te das al mar acaso más que en el amar: te entregas en esencia y sustancia.

El sol actúa como mero iluminador. El cielo vestido entero de azul es apenas un decorado. La arena, una utilería conspiradora; existe un pacto entre estos dos: ella te ensucia para que la lleves de vuelta al agua, caes en la trampa cada vez y vuelves a él. El centro del mundo es el mar, siempre el mar.

La caminata que nos acerca tiene su ritmo único cada vez. Puede ser un paso-a-pasito medido, un trote disimulado, una carrera desaforada. Son los recursos de seducción de los amantes, los sutiles gestos que revelan el ánimo que sazona el encuentro. Al primer beso puede ser que te desvistas también de los treinta y tres años que llevas encima y tengas de nuevo cinco o diez y juegues bajo/con/en el agua a flotar, bucear, nadar, girar, chapotear…

Nunca te despides del mar. Lo llevas dentro como una presencia. Lo acunas en la esencia de todas las cosas que están hechas de agua y sal. Te llenas de mar, te consumes de mar, te curas de mar; igual que del amar. Entre las aguas oceánicas (re)descubro que no soy animal de playa o flor que busca el sol: soy amor del mar.

Si dejo elegir a mis pies/ me llevan camino del mar. Montevideo, Jorge Drexler.


lunes, 16 de enero de 2006

Abúlica

Hoy tomé demasiado café, una sola taza pero con una dosis muy potente. Me quitó la modorra vespertina, me mantuvo “siempre lista”, pero… me dejó “abúlica”.

El motor de búsqueda del Diccionario de la Real Academia Española responde esto:

abúlico, ca. 1. adj. Que padece abulia. 2. adj. Propio de la abulia.
abulia. 1. f. Falta de voluntad, o disminución notable de su energía.

Una amiga me dijo el otro día que ya casi nada la sorprende y que, siendo así, el destino que le espera a los cincuenta años será precisamente este: ser abúlica. Creo que el diccionario se queda corto con esta definición porque abulia suena más a un caso extremo de aburrimiento, una incapacidad crónica de asombro, emoción y/o entusiasmo.

Abúlica. A-b-u-l-i-c-a. Úsela en una frase: “No te escribí porque me sentía abúlica”.

Me suena más a mi muletilla preferida: “qué pereza”.

Mientras escribía esto, mi hija hizo un camino de libros y ahora juega rayuela saltando sobre ellos. No es precisamente su gesto más genial; soy madre chocha, sí, pero eso no ha desactivado mis funciones mentales. Eso pasó, brevemente, durante el embarazo. Supongo que una delicadeza de la naturaleza para que una pueda soportar ese estado atroz de compartir el cuerpo con un ser humano distinto. Un momento, esto de la rayuela de libros podría servir para una metáfora de… no, ¡qué pereza!.

¿Alguien tiene una idea de cómo salir de la abulia? Las sugerencias de eliminar la cafeína quedan, de antemano, descartadas.

PD: Estimado lector, apreciada lectora, si con este post aprendió usted una palabra nueva, pues, de nada. Conéctese a PayPal y haga su contribución. Acepto sueldos de maestra secundaria de décima categoría. ¡Me sentí la digna heredera de Juanita Vallejo de Navarro!

miércoles, 11 de enero de 2006

Ritos de paso

Pasó. Pasó el bullicioso, humeante, estresante fin de año. Y a pesar de que no me sumo a la nostalgia bobalicona de “el tiempo que pasó volando” y “mira otro año más” este fin-inicio de calendario me llegó con toda su energía de cambio, finales y comienzos y demás asociaciones que podemos hacer con este momento simbólico.

A saber: despedimos a un tío abuelo del que no tengo memoria y a una mascota querida y ahora muy añorada. Acepté el grito de la intuición y la vida me respondió que fue la reacción correcta mucho más pronto de lo esperado. Reanudé tímidamente una amistad añeja y entrañable (¡bienvenida, vaca!). Me entró el afán de limpiar, ordenar y hacer el ejercicio aquel de priorizar bien qué conservar y qué desechar.

(Y en ese espíritu, ahora decreto agotado este estilo de escritura).

El Año Nuevo comenzó anoche, comiendo pizza y helado en la hilarante y cálida compañía de seis personas muy importantes y con remate de cervezas y tabaco en casa de una “invitada” MUY especial. ¡¡Feliz año!!

jueves, 29 de diciembre de 2005

A propósito del Fin de Año

¿Quién a estas alturas de la existencia cree en los propósitos que se hacen al calor de la víspera de Año Nuevo? ¿Quién auténticamente cumple con la promesa del 31 de diciembre? Declaro que el fin de año se me hace una soberana tontería. Las fechas, los calendarios, el número de días de los meses, los años bisiestos son tan fabricados como relativos. Apenas son símbolos.

Pero como tales, tienen su magia, su misterio, su paradoja. Llega el 26 de diciembre y en esta semana extraña entre el respiro de la Navidad (carrera de 100 metros planos en mal estado físico que la mayoría se autoimpone y el resto sufrimos sus efectos) y la llegada de la Noche Vieja nos ponemos nostálgicos, con ánimo de balance, con urgencia de despachar en seis días toda la lista de pendientes que 360 no concluimos.

Recorremos los meses y hacemos recuento de los eventos y las ocurrencias, los encuentros y las despedidas, las ganancias y las pérdidas. El dios Cronos llega con el tic tac de las 12 campanadas a pedirnos cuentas de qué hicimos con el año entregado. La corriente nos atrapa, la energía de la época nos contagia. Aquí va mi resumen ejecutivo.

A saber, en el año del Señor de dos mil cinco:

Conocí primero a una señorita Paulette Goddard, la muy diva, la muy operática, la muy sensible, la muy abrazadora, la muy “teamo”, la muy ella (como le gusta tanto decir). El primer encuentro con la Miss G estuvo marcado por una insual lluvia de mayo que nos devolvió a casa empapados y encantados de conocerla, señorita.

Luego tocó mi puerta un Mr. Long John “IworshipTheBeatles” Silver, freak como sólo él, gracioso como sólo él, standup comedian natural como sólo él. Lo seguía una señorita Penny Dreadful, pelo camaleónico, caja de sorpresas, corazón de gelatina, ternura a flor de piel y locura que lucha por tomar el control.

Apareció entonces un escritormúsico Mean Mr. Mustard, cálido, agudo, maestro... y su consorte Miss Freud que llegó con una armadura de lejanía que se derritió al calor de las risas y los vinos para revelar un interior con un algo de felino, un mucho de finura y un harto de afilada inteligencia.

Se sumaron los amigos de siempre, de vidas pasadas, que mostraron nuevas facetas: Fátima Acioly, compañera de bohemia, ácida y dulce y James Profit, el querido Flaco, que ahora le dicen “padre de familia”, cara de profesor bravo, corazón de melcocha. Pareja de finísima ironía y amistad a toda prueba.

Más tarde llegó una Lolitamaldita, que me gana en la Sabinería y eso dice mucho de ella. Así se completo la comunidad N, freak party con dippas, plática interminable mística mágica musical literaria obsesiva histérica. Enriquecida con algunos artistas invitados, entre ellos, Xica y Xico, simpáticos y enigmáticos; una princesa asiática que emite entre sus prolongados silencios sentencias sabias cual Confucia guayaca; y para rematar la señorita Edipa Maás, “con d de demasiado”. Y un blogger ultrasecreto que jamás revelaremos a los no iniciados.

Recibí un ahijado con ceremonia y recuerdos y otro virtual, secreto, pero que amadrino con igual esmero. Espero sobrino propio que llegará en algo así como tres meses así que para el recuento del año lo que cuenta es la Pimpollita embarazada, hermosaaaaa!!! Celebré cuatro cumpleaños en mi casa y en mi sala se conocieron dos mujeres que se suponían enemigas y se volvieron aliadas. Y un hombre perdió.

Encontré a Dios en el silencio. Perdoné y experimenté el renacimiento de un amor muy necesario en mi vida. Me enamoré de un cantante uruguayo por culpa del mismo señor que el año anterior propició el enamoramiento de un escritor argentino.

Me hice más amiga de un príncipe hermoso, dignísimo hijo de su Real padre. Leí Rayuela. Grabé en mp3 los discos del Chavo, el Chapulín, Petete, Parchis y el tío Johnny. Descubrí el blog de la gorda. Subí veinte libras. Disfruté de la hospitalidad de la tía Nena en Florida.

Consideré terminar este año con bebé en camino. Conseguí un trabajo perfecto para mí. La princesa empezó a ir a la escuela (y le fascina) y gozó a conciencia cumpleaños y Navidad. Decidí dejarme crecer el pelo. Inicié este blog.

Perdí un poco más la vergüenza. Me reconcilié aún más con el espejo. Me sentí de mi edad y me gustó. Sigo enamorada. Estoy feliz. Tengo fe, confianza, alegría. (...no, they can´t take that away from me). Te tengo a ti que me lees y piensas, aunque no comentes (Hazlo hoy, aún estás a tiempo).

En este 31 daré gracias por todo, brindaré por todos y enviaré en mi mente mi ofrenda de flores y frutas a la diosa Iemanjá para que venga un año lleno de días luminosos, de abundancia, de amor para todas y todos, que para TODOS hay. ¡Salud!


¿Propósitos? No. ¡Si se cuenta no se cumple el deseo!

martes, 20 de diciembre de 2005

Navidades

Tuve una Navidad sin familia, pero eso no es lo que recuerdo. Recuerdo que recibí la muñeca de la Mujer Maravilla y eso fue lo máximo. Recuerdo que había muchos niños, recuerdo la casa, recuerdo la gente. Pero no recuerdo haber sentido que mi mamá y mis abuelos no estaban conmigo esa Nochebuena. Yo tenía siete años y a mi abuelito César solo le quedaban cinco días de vida.

Tuve año tras año de las Navidades glamorosas de mi familia postiza, con mi hermana de tomate y sus parientes y amigos de todos los sabores, nacionalidades, edades y colores. Reunión especialísima de ocho a diez de la noche, con ponche, intercambio de regalos y papá vestido de Noel con barbitas de peluche.

Tuve varias Navidades de familias integradas, de sentirme parte de una pequeña comunidad de mi familia y su familia, de compartir mesa, pan y fiesta significativa. De ver a nuestras madres iniciar una amistad que se volvería independiente, sólida y ahora, eterna mucho más, diría, después de nuestra despedida.

Tuve Navidades de casada, tensas, divididas, incómodas. De iniciar el peregrinaje de chocolate-de-Nochebuena-con-mi-mami, almuerzo-de-Navidad-con-la-tuya. Del dolor de sentir que mi familia no te acogía, apenas te recibía; y la tuya me rodeaba con cariño, me hacía una más a la mesa con sentimiento y derecho propios.

Tuve una Navidad llena de adioses. Con el árbol más lindo de nuestra vida, armado en casa de mami por las manos prodigiosas de la amiga del tercer párrafo. La princesa de apenas un año, con su carita de sorpresa con las luces de ese, su primer árbol. Con tu mano en la mía para sostenerme en medio del trance de dolor que nos vivía.

Tuve una primera Navidad de silla vacía, de espacio inmenso, de no saber dónde ni cómo ponernos con ella. Pero ahí estuvo una vez más la princesa para aliviarnos, para comerse los quesitos y empezar a sorprenderse con la multitud de regalos que recibió donde la abuelita “flash”. Trasladé el árbol magnífico a mi casa y le puse lo suyo y lo mío. Más bien lo hice mío, homenaje a mi saudade de ella...

Tengo una Navidad llena de amor, de alegría naciente, de serenidad y esperanza. Una Navidad que a los ojos de la princesa se vive como la verdaderamente primera. Gracias a los cantos, los adornos, las posadas de la escuela. Será ovejita en el nacimiento viviente, ya sabe del “bebé Jesús, la mamá María y el papá José”, ya grita “Feliz Navidad”, ya busca las señales de la fiesta en las calles, los centros comerciales, los balcones. La Navidad es suya ahora y con ella irá creciendo nuestra ilusión.

Es Navidad, es Nacimiento, es reverdecer, es resurrección. Es Jesús y la grandeza del milagro de su vida, que está tanto en la cruz como en el sencillo y grandioso hecho de que todo un Dios se haya hecho Hombre. Es Amor, sólo es Amor.

Paz para todos desde el Amor que inunda mi corazón. Todas las tempestades pasan, algún día. Y para mi, este es el día.

viernes, 9 de diciembre de 2005

Paréntesis que cierra, paréntesis que abre

Rompí la buena racha de publicar un post por semana que establecí en octubre. Ofrezco mis sentidas disculpas, pero fue por una buena causa: he vuelto a trabajar. Me entallo de nuevo el traje de periodista, presto ojos, oídos y manos a transcribir historias ajenas, informaciones breves, reportes del lugar de los hechos.

Se cierra un paréntesis de cinco años de “ocupación: ama de casa”, cuando no “quehaceres domésticos”. Años productivos en lo interno, en lo familiar, en lo espiritual.

Abro el paréntesis laboral con destino y lapso de tiempo indefinidos. Con ánimos, con sorpresa de no haber perdido las habilidades adquiridas, con óxido en tareas como despertar temprano y vivir bajo la dictadura del reloj, con la incógnita de experimentar la vida de madre trabajadora, aunque sea a medio tiempo.

Con esperanza y gratitud.

Las diosas también usan colitas


He permitido a mi cabello volver a crecer. Lo he llevado corto, cortísimo, durante dos años. Dos años en los que pasó de todo, pasé de todo y, por fin, estoy de vuelta. Y el cabello largo también. Son sensaciones distintas, estados de ánimo distintos.

Una mujer de pelo corto es una mujer valiente, segura, que se despoja voluntariamente de ese adorno de la feminidad que es el cabello largo, marco de color y textura. Cuando una se corta el pelo lo muestra todo, pone el rostro por delante, expone el cuello, la nuca, las orejas... Es el epítome de la sencillez, es una expresión de riesgo, es un método práctico de estar siempre peinada, más bien, de no requerir peinado.

Una mujer de pelo largo es una mujer sensual, versátil, con un moño puede verse seria, cuando se suelta el cabello es como que libera su ser, extiende sus hilos. Las mujeres de extensa cabellera tienen recursos gestuales adicionales: jugar con un mechón, mover la cabeza para agitar los rizos, o los lacios. Acaso se ve más juvenil, romántica, femenina. De hecho, hay quienes opinan que a “cierta edad” ya no conviene tener el cabello largo. Al diablo con esos, y en fin, aún no tengo ni siento esa indefinida “cierta edad”.

Quiero tener el pelo largo para poder “soltarme las trenzas”, para despeinarme, para volver a agitar la melena cuando baile, porque eso: quiero volver a bailar, sentirme ligera, despreocupada, irresponsable ("..con ese antiguo don de fluir", reza una canción).

Ya empiezo a tener una melena que necesita peinarse. Ya empiezo a recurrir a diademas, pinchos, elásticos. Ayer me hice por primera vez dos colitas, ridículas, graciosas; mientras escribo estas líneas tengo un medio moño. La temporada de calor que empieza a hacerse sentir me preocupa. Quizá el cabello largo no sobreviva ante la frescura del pelo corto, la difusión de calor que permite oxigenación directa al cerebro a lo mejor sea muy tentadora. Veremos. Verán. Veré (o más bien, sentiré).

miércoles, 16 de noviembre de 2005

Luna llena

“La luna, más bruja que bruja
nos teje una tela que vuela y se va
luna, más loca que loca
borracha de anises y estrellas de mar”.
Luna de menta, Javier Alvarez

Está llena la luna y desde que empezó a redondear me resuena en la cabeza esa canción de Alvarez. Anoche empezó la luna llena y mi naturaleza selenita no hace más que sentir su influencia.

Luna llena que agita las mareas internas que a veces se vuelven cascadas, otras huracanes. Luna llena que hace mirar al cielo y pensar tonterías como si la luna se verá igual en ese otro cielo en que alguien querido la mira. Luna llena que me mira simultáneamente en cada momento de la vida en que la estuve/estoy mirando. Por ejemplo: luna llena reflejada en el río Guayas en esas noches en que el Malecón sólo era el Malecón y no se apellidaba dosmil y la miraba desde otra edad, en otra compañía, asomada a la ventana de otro piso de este mismo edificio. Y como siempre, como entonces, como ahora, no le pedía deseos, se los contaba.

Luna mujer preñada, luna mujer enamorada, luna mujer abandonada, luna mujer silenciosa. Luna lunera cascabelera. Quisiera ser tan alta como la luna. Blue moon, you saw me standing alone. If you believe they put a man on the moon. Luna quiere ser madre y no encuentra querer que le haga mujer. Luna llena imposibles son los hilos que manejas.

En estas noches no soy diosa guerrera, soy diosa lunar, lunática, alunada. No es cosa de la que hablar, es cosa para sentir, para salir a la calle y darse baños de luna. No hay más que decir y como en materia de Luna nada mejor que un poeta, aquí les dejo a Jaime Sabines.
      La luna

      La luna se puede tomar a cucharadas
      o como una cápsula cada dos horas.
      Es buena como hipnótico y sedante
      y también alivia
      a los que se han intoxicado de filosofía
      Un pedazo de luna en el bolsillo
      es mejor amuleto que la pata de conejo:
      sirve para encontrar a quien se ama,
      para ser rico sin que lo sepa nadie
      y para alejar a los médicos y las clínicas.
      Se puede dar de postre a los niños
      cuando no se han dormido,
      y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
      ayudan a bien morir.

      Pon una hoja tierna de la luna
      debajo de tu almohada
      y mirarás lo que quieras ver.
      Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
      para cuando te ahogues,
      y dale la llave de la luna
      a los presos y a los desencantados.
      Para los condenados a muerte
      y para los condenados a vida
      no hay mejor estimulante que la luna
      en dosis precisas y controladas.