miércoles, 23 de mayo de 2007

Budismo sonriente

El Tulku Lama Lobsang es un oriental joven y hermoso, con una sonrisa amplia, brazos fuertes, mirada profunda. Habló durante una hora del camino espiritual llamado Tantrayana en la tradición budista.

Llegamos con tiempo suficiente para esperar bien sentados el inicio de la charla, pero en mi revisión apresurada del calendario de eventos me salté la parte en que decía que tenía un costo de $15 por persona. Así que nos regresamos hasta el Malecón a sacar el dinero del cajero. Al bajar las escaleras, él estaba entrando por el vestíbulo del Museo Municipal. Un hombre joven vestido negro, chaqueta con cuello redondo, con una escarapela roja y blanca en su pecho y pantalón de elástico como los que se usan para el tai chi. Lo acompañaban un señor y una chica de pelo enchurrado, Julia, que luego actuaría como traductora de su fluido inglés, casi sin acento. Hicimos el recorrido en tiempo récord y para cuando volvimos al salón él ya había empezado a hablar.

Sentado en el centro del pequeño escenario, con una espada de madera en sus manos, disertaba sobre las creencias y las religiones, el miedo y las expectativas. La energía de este hombre iluminado era palpable en mis manos, mi columna, mis chakras. De modo natural el cuerpo adoptó la postura de espalda recta, pies sin cruzar y manos sobre el regazo, indice y pulgar unidos. Desechó la existencia del infierno y dijo que las creencias son el infierno. El camino, así de claro, directo y fuerte, es cortar con miedos y expectativas. Los miedos son nuestras creencias negativas, las expectativas son lo mismo pero en positivo. Los líderes espirituales y políticos juegan con nuestros miedos y expectativas para que los sigamos o apoyemos. Dijo que creer es no conocer, y que debido a nuestra ignorancia elegimos tener una creencia. Pero que si dejamos de creer llegaremos al conocimiento. Su sable de madera representa la espada de la sabiduría que debe cortar con los miedos, -representados en la parte derecha de nuestro cuerpo, la parte masculina- y las expectativas -alojadas en el costado izquierdo y femenino. Por eso, los hombres son peligrosos, porque en ellos dominan los miedos. Y nosotras, complicadas porque nos rigen las expectativas.

Si logramos seguir este, el camino del diamante, podremos permanecer en el presente y realizar la verdadera naturaleza de nuestra mente, nuestra esencia de dioses, budas y la felicidad del cielo, que no reside en los cielos sino dentro de nosotros. Y ahora, porque al mañana en el que seremos felices nunca llegaremos, vivimos siempre en el hoy. Que aunque Jesús y Budas fueron hombres realizados no debemos rezarle a ellos sino a la espada de la sabiduría, que Dios ya debería estar enojado con nosotros y haberse ido de vacaciones porque nos lo dio todo y nosotros seguimos pidiéndole más.

Luego de la disertación y el break, vinieron los ejercicios que comenzaron con carcajadas, bostezos, sacudir y estirar, bailar y saltar. Nos enseñó tres ejercicios que son parte de la disciplina para la salud: uno para la parte baja de la espalda y riñones, otro para el corazón y el tercero para los pulmones. Para cuando estemos cansados, saltar mirando al cielo y para cuando estemos demasiado metidos en la mente, sacudir intensamente la cabeza y los brazos. Al final de cada ejercicio, que se repite siete veces, tres respiraciones profundas.

Era su última noche y terminó con regalos y despedidas. Las personas que tomaron el "refugio", una iniciación, recibieron su nombre budista con el abrazo de Lobsang, de brazos abiertos y corazón en corazón. Pepe tomó el camino enseguida para dejar la sala. Yo tenía que ir al baño y allí decidí que no me quería ir sin acercarme a él. Y recibí mi abrazo y le pedí un autógrafo en el ticket: un garabato de su nombre y un corazón, cómo no, sonriente. Le dije "fue muy divertido". Y lo fue.

A un lado del escenario estaba colgada una frase suya:

"Sé tu propia verdad y podrás verte a ti mismo. El amor nunca piensa. Siéntete. Sé tú mismo. Si te ganas a ti mismo, lo ganarás todo".

Dejar el miedo y las expectativas. Para trabajarlo a cada rato del día. Y ser felices y brillar con una sonrisa radiante como la de Lobsang, que, por cierto, es la octava reencarnación de un maestro ascendido y tiene un centro de enseñanza de la medicina tibetana, que domina, abierto a todo el que quiera aprender.

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