Los resultados electorales de ayer en Ecuador no me dejan indiferente, sin embargo, no quiero abonar con palabras al asombro, la desilusión, el desconcierto. (Y sé que al elegir esos adjetivos estoy haciendo precisamente eso: dar una opinión, reflejar un estado de ánimo). Si me preguntan hoy qué voy a hacer el 26 de noviembre frente a ESA papeleta delirante, la respuesta es: aún no lo sé. Y me jode, me cabrea, me fastidia tener que tomar esta decisión: nulo, el "coronel mandarina" o el "comandante bananas". La reacción de Roldós fue tan políticamente incorrecta como auténtica: cáncer o sida. Frente a esa dicotomía simplista, uno se llena de preguntas, ambos males son tratables.
Casi se me olvida, la frase es esta, una de mis máximas favoritas: "Dios proteje a los niños y a los idiotas". En el Ecuador, caemos en al menos una de estas categorías. Frente a este momento, de verdad, nos queda sólo la invocación a la protección divina.
Casi se me olvida, la frase es esta, una de mis máximas favoritas: "Dios proteje a los niños y a los idiotas". En el Ecuador, caemos en al menos una de estas categorías. Frente a este momento, de verdad, nos queda sólo la invocación a la protección divina.
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