Pasaron los festejos y no pasa tu alegría. Esta mañana seguiste cantándole “cumpleaños feliz” a tus muñecos. Te dije que hoy ya no era tu cumpleaños y lo negaste rotundamente. Sé que pasarán algunos días antes que te pase la euforia. Es culpa mía, supongo, porque te organicé dos celebraciones: una con los amigos que rodean la vida de tus padres, como dice Efrén, nuestra familia que escogimos entre extraños, (incluido tu primo, que de tan parecido a ti podrá pasar por tu hermano); y otra con tus primeros amigos, los del jardín, con los que ensayas prototipos de afecto que fluctúan tanto como varían sus juegos.
Cumpliste cuatro años y con cada cumpleaños vuelven a la memoria las escenas de todo lo pasado: la magia de tu nacimiento, nuestros primeros días con sus miedos y sus errores, cada uno de los logros de tu crecimiento. Hace un año no hablabas claro, tenías el pelo más corto, no comías sola, no sabías manejar el control remoto ni el mouse del computador.
Hoy eres una niña, la bebé ha quedado atrás, por más que te guste jugar a la bebita (y yo lo deteste). Algún día te enterarás que a tu mamá no le gustan los bebés (tan frágiles y aburridos). Y sabrás que adora la edad que tienes hoy: toda palabras, toda preguntas, toda ocurrencias. Adoro escucharte cantar las canciones que escuchamos en la radio y decir “esa es mi canción, mami”, verte bailar para la cámara, escucharte contar las cosas que te pasan o narrarle los cuentos a tus bebés de juguete.
Tu papá y yo te damos lo mejor que tenemos, y tú nos obligas a ser aún mejores, a dejar nuestro natural individualismo, nuestra naturaleza un tanto aburrida. Tú nos desafías a establecerte límites, a ser firmes pero amorosos, a darte por igual rigor y libertad. Sabemos que tienes madera de líder, que con tu encanto podrías salirte demasiado con la tuya, pero queremos mucho más para ti: queremos que seas justa, humilde, compasiva, generosa y que sepas que la belleza no es suficiente. Y eso cuesta. Pero sé que lo lograremos juntos porque tienes un corazón repleto de amor, como reserva para cuando los días de tu vida se pongan grises.
Yo celebro tu vida, princesa, y celebro también cuatro años de tener el desafío y el privilegio de ser tu madre y acompañarte, ojalá por mucho tiempo, en tu recorrido por el mundo. Es un honor y una aventura ver crecer a una persona que dejará huellas, que ya lo hace. Te amo, hija. (Y al escribirlo, en la mente escucho un “te amo, mami”). Veamos qué nos trae este quinto año…
Cumpliste cuatro años y con cada cumpleaños vuelven a la memoria las escenas de todo lo pasado: la magia de tu nacimiento, nuestros primeros días con sus miedos y sus errores, cada uno de los logros de tu crecimiento. Hace un año no hablabas claro, tenías el pelo más corto, no comías sola, no sabías manejar el control remoto ni el mouse del computador.
Hoy eres una niña, la bebé ha quedado atrás, por más que te guste jugar a la bebita (y yo lo deteste). Algún día te enterarás que a tu mamá no le gustan los bebés (tan frágiles y aburridos). Y sabrás que adora la edad que tienes hoy: toda palabras, toda preguntas, toda ocurrencias. Adoro escucharte cantar las canciones que escuchamos en la radio y decir “esa es mi canción, mami”, verte bailar para la cámara, escucharte contar las cosas que te pasan o narrarle los cuentos a tus bebés de juguete.
Tu papá y yo te damos lo mejor que tenemos, y tú nos obligas a ser aún mejores, a dejar nuestro natural individualismo, nuestra naturaleza un tanto aburrida. Tú nos desafías a establecerte límites, a ser firmes pero amorosos, a darte por igual rigor y libertad. Sabemos que tienes madera de líder, que con tu encanto podrías salirte demasiado con la tuya, pero queremos mucho más para ti: queremos que seas justa, humilde, compasiva, generosa y que sepas que la belleza no es suficiente. Y eso cuesta. Pero sé que lo lograremos juntos porque tienes un corazón repleto de amor, como reserva para cuando los días de tu vida se pongan grises.
Yo celebro tu vida, princesa, y celebro también cuatro años de tener el desafío y el privilegio de ser tu madre y acompañarte, ojalá por mucho tiempo, en tu recorrido por el mundo. Es un honor y una aventura ver crecer a una persona que dejará huellas, que ya lo hace. Te amo, hija. (Y al escribirlo, en la mente escucho un “te amo, mami”). Veamos qué nos trae este quinto año…
No hay comentarios:
Publicar un comentario