miércoles, 18 de abril de 2007

La fiesta

La fiesta, igual que la procesión, tiene que ir necesariamente por dentro. Porque la vida cotidiana es casi una negación violenta de la fiesta, parecería en estos días de matanzas y confrontaciones que la alegría es casi una afrenta. Hoy se cumple un año de mi coqueteo con la muerte del que salí reluciente como debe salir cualquier resucitado. ¿Acaso no creen que Lázaro habrá salido a pegarse el fiestón de la vida? Porque ésta, con todas sus cumbres borrascosas y sus fosos marinos, es una vida maravillosa.

Y conste que se los digo yo que he tenido mi cuota muy preciada y preciosa de dolor, que tengo pérdidas enormes, vacíos absurdos, melancolías congénitas. Y sin embargo, se mueve. Algo se mueve dentro, algo respira, algo se agita, algo sonríe, algo definitivamente vibra. Algo que llámelo usted espíritu, dios, ánima, voluntad, decisión, persona. Algo que existe y no se niega. Y se niega a quedarse quieto, a dejarse abandonar, algo que suena, suena, suena y se despierta con apenas un roce con la felicidad. Algo que cuando a una le dice alguien amado “yo quisiera estar muerto” le suena como la uña en el pizarrón, como el salto de la aguja. Algo que, desgraciadamente también, no se puede inocular, contagiar, regalar…

En esta fecha celebro estar viva, celebro haber vivido una experiencia de dolor, amor y espíritu tan inmensa que representa para mi evolución como uno de esas tarjetas del Monopolio que te permiten avanzar muchos casilleros del tablero, pasar por “Go” y cobrar tu sueldo. Celebro haber recibido el amor de todos ustedes y poder seguir disfrutándolo.

Esta es mi experiencia. No sé si la suya, la de afuera de las puertas del quirófano, la del otro extremo del teléfono, fue de angustia, pérdida, desilusión. No sé si se quedaron instalados ahí. No es la mía, tan solo la puedo observar desde la otra orilla con compasión, sí, pero sin perder mi alegría. La fiesta está prendida, dentro.

Hoy tengo ganas de comprarme un pastel y apagar una vela.

domingo, 18 de marzo de 2007

Hugo y el café

Hugo Chávez le dijo este viernes a Bárbara Walters que toma 26 tazas de café al día. El co presentador de 20/20, John Stossle, tan sólo comentó “Eso explica muchas cosas…”. Chávez dijo que podría dejarlo, si quisiera, pero que le gusta mucho. Casi como el poder… Yo tomo, en promedio, tres tazas de café por día. Si aumentara la dosis a cinco me trepara por las paredes y si llegara a los niveles del "presidente bolivariano" seguro que también me entrarían delirios de grandeza y deseos de conquistar al mundo, o al menos, a Sudamérica. Me pregunto cuántas tazas de café tomará Correa…

La entrevista en mención fue demasiado breve, demasiado light, demasiado anecdótica como para permitir al público sacar conclusiones sobre el personaje. Muy poco de perfil: que Huguito creció en la pobreza, que fue militar…, dos o tres datos sobre su gobierno, visita de cajón a las barriadas pobres de Caracas para decir que desde que está Chávez tienen agua potable y alcantarillado, las declaraciones en contra de Bush, la relación con Castro y la visita a Hussein. “La prensa no ha mostrado mis fotos con el papa Juan Pablo II, ni con Clinton…”, “Quiero ser amigo del pueblo estadounidense”. Y la perla: “Yo le ganaría a Bush en elecciones”. Claro, si acaso en EE.UU. los partidos de extrema izquierda consiguieran algo más de medio voto… Ah, y por supuesto, que la CIA lo quiere matar y que si le pasa algo, el responsable directo sería el Presidente.

No sé quién fue peor caracterizado, si el gobierno de Chávez o su oposición representada por tres jóvenes aniñados que dijeron, en perfecto inglés, que si la cosa sigue así en un año máximo ellos habrán salido del país. Fue tan floja su participación en el reportaje que en la versión online del programa ni siquiera se menciona a esa “juventud preocupada que no quiere permanecer en Venezuela”.

Un dato interesante (y que revela la habilidad de ese gobierno para obtener partidarios en su “mercado objetivo”) es la campaña de la cadena de gasolineras Citgo (de la estatal petrolera venezolana) en los EE.UU., que ofrece combustible para calefacción a bajo costo para los barrios pobres. El propio Chávez señaló que Venezuela envía 1.5 millones de barriles de petróleo a los Estados Unidos todos los días. Insulta a su presidente, pero no deja de hacer negocios con ellos… También aclaró que aunque no hay intención de reducir o eliminar esa provisión, “Hemos dicho que en caso de cualquier otra agresión por parte de la administración norteamericana, nosotros cortaríamos esta provisión de petróleo, pero esperamos que esto no pase”.

La pregunta más candente de la noche fue acerca de los insultos hacia Bush. Dijo que aceptaba que era un exceso de su parte, que se podría disculpar, pero que consideraba que Bush hacía más daño que él con sus palabras: “El quema gente, aldeas y él… invade naciones”. También dijo que le había dicho burro a George W. porque piensa que es muy ignorante acerca de las cosas que pasan en Latinoamérica y en el mundo.

Al final, la Walters le pidió que diera un mensaje a América. Y él con un inglés bastante regular y de marcado acento dijo que admira a Martin Luther King y que comparte su sueño: “Martin Luther’s King’s drim, llur drim, is mai drim; tenkiu beri mach”. El sabor final fue de haber conocido a un personaje pintoresco e incomprendido. Casi como decir que el enemigo de mi enemigo, técnicamente viene a ser mi amigo… Veamos qué postura tienen los demócratas gringos cuando sea uno de los suyos el presidente que soporte los insultos de Chávez. ¿Se pueden imaginar las perlas que le lanzaría a Hillary?

martes, 13 de marzo de 2007

El cumpleaños de don (Rodol)Fito

Fito Páez cumple hoy 44 años, lo hemos visto hace poco, por igual boquiabiertos y entusiasmados, en su presentación de Viña del Mar: su piano, sus lentes, su traje de terciopelo. El mejor homenaje que se puede hacer a los que ponen de sí para crear obras de arte es dejar que su obra hable por ellos. Son muchas las canciones que me gustan, pero se me ocurre que acaso esta resume gran parte de su ser. Del disco Abre, "Al lado del camino"

Me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta abrir los ojos y estar vivo
tener que vérmelas con la resaca
entonces navegar se hace preciso
en barcos que se estrellen en la nada
vivir atormentado de sentido
creo que esta, sí, es la parte más pesada

En tiempos donde nadie escucha a nadie
en tiempos donde todos contra todos
en tiempos egoístas y mezquinos
en tiempos donde siempre estamos solos
habrá que declararse incompetente
en todas las materias de mercado
habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado

Yo ya no pertenezco a ningún istmo
me considero vivo y enterrado
yo puse las canciones en tu walkman
el tiempo a mi me puso en otro lado
tendré que hacer lo que es y no debido
tendré que hacer el bien y hacer el daño
no olvides que el perdón es lo divino
y errar a veces suele ser humano.

No es bueno nunca hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto
que piensan que hacen una guerra
y se hacen pis encima como chicos
que rondan por siniestros ministerios
haciendo la parodia del artista
que todo lo que brilla en este mundo
tan solo les da caspa y les da envidia.

Yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, caña legui y maravillas
los libros, las canciones y los pianos
el cine, las traiciones, los enigmas
mi padre, la cerveza, las pastillas, los misterios, el whisky malo
los óleos, el amor, los escenarios
el hambre, el frio, el crimen, el dinero y mis 10 tías
me hicieron este hombre enreverado.

Si alguna vez me cruzas por la calle
regálame tu beso y no te aflijas
si ves que estoy pensando en otra cosa
no es nada malo, es que pasó una brisa
la brisa de la muerte enamorada
que ronda como un ángel asesino
mas no te asustes, siempre se me pasa
es solo la intuición de mi destino.

Me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta regresarme en el olvido
para acordarme en sueños de mi casa
del chico que jugaba a la pelota
del 49585
nadie nos prometió un jardin de rosas
hablamos del peligro de estar vivo.

No vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae a pedazos
me gusta estar al lado del camino
me gusta sentirte a mi lado
me gusta estar al lado del camino
dormirte cada noche entre mis brazos
al lado del camino (x 3)
es más entretenido y más barato
al lado del camino (x 2).

miércoles, 14 de febrero de 2007

¡Felíz día del sexo!

Si, es fiesta importada; si, es una expresión más del comercialismo; si, qué pereza con la gente que no tiene pareja. Pero hoy es San Valentín y sus efectos son notorios en todos lados. Personalmente, ya recibí mi empaque especial en forma de corazón de Huevitos La Universal y ya me comí una cuarta parte de su contenido. Después del almuerzo, como postre, por eso de que hay que dar buen ejemplo a cierta integrante menuda de la familia.

Esta, señoras y señores, es la fiesta del amor erótico, de la atracción de pareja, el impulso ese de estar juntos, mirarse, reirse, coquetearse y finalmente tocarse. Vamos, no hay que ser muy suspicaz para darse cuenta de que todo este festival de flores, chocolates, regalos, baile y comida exótica cae bajo un solo nombre: foreplay, calentamiento, preliminares. Más claro, todo lo que pasa antes del acto sexual.

Me hace gracia la sublimación que se le da al tema, y aún más la inclusión de la amistad en el pastel mediático, porque bueno, la amistad es una forma de amor. Pero nadie se viste de rojo de pies a cabeza para sentarse a conversar con las amigas o se pone la colonia de hombre guapo en los sitios indicados (“por si me besa, por si me abraza, por si se pasa”) para tomarse las bielas y gruñir viendo un partido con los panas.

Veamos, en el calendario afectivo-comercial se celebra a todos los tipos de afectos por las personas importantes de nuestras vidas: madres, padres, niños, la patria grande y la chica, Dios (el flaco tiene varias fiestas a su haber al año con diversos matices)… ¡hasta las brujas tenemos nuestro día! ¿Por qué no iba a haber un día para Eros?

A las pruebas me remito, mi amigo Carlos (el reciente cumpleañero, ¡eh! ¡Qué viva!) me envió unas perlas de las noticias de Reuters. Por ejemplo, la policía de Bangkok tenía planeado un operativo para hoy luego de que la semana pasada se reveló que un tercio de las adolescentes tailandeses consideraban que el 14 de febrero era el día ideal para perder la virginidad. Se planeaba establecer un toque de queda para los jóvenes a partir de las 10 de la noche de hoy y se iba a amonestar las demostraciones públicas de afecto de los menores de 18 años en centros comerciales, cines y otros lugares de diversión. (Sí, como si eso los fuera a detener, pero bueno, se las ponen más difícil).

En la cercana Filipinas, en cambio, un regalo popular de esta temporada fueron las tortas para adultos, con nombres como “Prisoner of love”, “Hot Babe” y “Viagra Night” en la pastelería especializada Kink Cakes. Las notas también alertan, cómo no, acerca de los blogs, pero de los blogs sexuales en los que la gente cuenta todo y advierten: “Tenga cuidado con quien cae enamorado en este San Valentín, porque puede que sus mas íntimos secretos terminen mostrados en la internet”.

Mientras los demás amores (filial, paternal, espiritual) nos construyen, nos inspiran, nos protegen, el erótico es aspecto del amor que más nos alborota y a la vez nos da vida. Nos trastorna, nos renueva, nos alegra, nos empuja, nos desespera, nos desafía, nos transforma. Y como dice la joda popular: ¡nos encanta!!!

Así que mis bonitos, no nos engañemos más: ¡Feliz día del sexo! Si tienen con quien, a practicarlo; si no, a reconocerse como seres sensuales, eróticos y en la búsqueda de ese “con quién” que complemente a la perfección no solo los sublimes sentimientos sino también los impulsos carnales. Y no se dejen engañar por los mensajitos tiernos, recuerden que el típico reportaje de la temporada no es el de los amores eternos, sino el del incremento de actividad en los moteles.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Las cosas ya no son como antes

Renuente como soy a adscribirme a los tópicos de las conversaciones “de mayores”, tengo que declarar que he comprobado en carne –no propia, más bien ajena y más bien de plástico- aquella trillada frase de “ya no los hacen como antes”. La primera muñeca Barbie que la princesa recibió el año pasado de manos de su gentil abuela, ha perdido la cabeza en un incidente aún por aclarar.

Cuentan las testigos que la propietaria de la muñeca estaba caminando por el patio del jardín con su amiguita V, haciendo apenas un ademán de peinar el rubio cabello sintético de la muñeca (que como todas sabemos, con menos de un mes de uso ya se convierte en una masa de filamentos más parecidos a un estropajo que al brillante cabello que nos deslumbró al sacarla de la caja por primera vez), cuando de repente, cabeza y cuerpo terminaron separados sin remedio.

No, no se trató de uno de esos casos en que la infanta logra descolocar la cabeza de caucho del mecanismo que la sostiene que incluye un dispositivo en forma de bola que permite que la cabeza pivote hacia arriba, abajo y los costados. Por el contrario, lo que sucedió es que una porción del borde del cuello del juguete se rompió. Ese plástico otrora durísimo que no se rompía con ningún maltrato imaginado por las manos infantiles, ya no lo hacen como antes. Tengo la prueba reposando aquí a mi lado en la “enfermería”, eufemismo para decir que la intentamos remendar con cinta adhesiva pero la propietaria, cómo no, decidió ensayar la movilidad del cuello de su paciente y de nuevo lo separo todo de su lugar…

Lo que aún viene como “los de antes” son los afectos. Las hermandades que se forjan en los lugares más inesperados, entre las personas menos probables. Uno de mis amigos cumple años hoy, no puedo decir su edad porque no me ha autorizado a revelarla. Pero su vida ha experimentado tal renacimiento en los últimos tiempos que si el quiere decir que tiene quince, yo le creo y lo apoyo en el cuento. Existe una condición de quinceañerismo que no tiene edad ni es patrimonio de nadie y que tiene mucho de conmovedor y un poco de patético. (Una de nuestras palabras preferidas).

Nos cruzamos con mucha gente en la vida, gente con la que compartimos codo a codo ciertos periodos de la vida. Con mucha tenemos química, simpatía, llevamos una convivencia agradable, vivimos anécdotas graciosas y momentos importantes, pero con muy pocos nos quedamos, con muy pocos seguimos llevando un hilo que se extiende de lo laboral o estudiantil a lo humano, lo cotidiano, lo duradero.

Muchas cosas ya no son como las de antes, querido Carlos, tu vida ya no es la de antes, yo me olvidé de llamarte por tu cumpleaños como siempre hice antes a pesar de tu odiosa actitud de “no me importan los cumpleaños”. Nuestra amistad tampoco es la de antes, es mucho más honesta y sólida. Y espero seguir riendo contigo por muchos años de los que tú te atrevas a declarar. Y yo sí. Espero que eso sí no cambie. Te deseo toda la felicidad que te mereces y toda la que te permitas experimentar. Te deseo que calmen las tormentas y puedas ver con quiénes cuentas después de la depuración. Ya sabes que aquí sigo y que celebro, aunque tu no quieras, la aventura de descubrimiento que es tu vida. ¡Feliz Día!

viernes, 26 de enero de 2007

Simultánea

Creo que el tiempo no existe. Creo que todo ocurre simultáneamente en un eterno presente. Dicen que esa es la perspectiva del Dios, no es que todo esté escrito, es que todo está sucediendo en el mismo instante y que el futuro se modifica en concordancia con la regla del libre albedrío; de todos los finales posibles con cada decisión escogemos una versión de la película, hacemos una edición de escenas, borramos ciertos finales.

Bajo esa premisa se me ocurre que se puede viajar en el tiempo a través de este vehículo llamado memoria, o del otro llamado sueños. Que cuando se camina por un sitio ya recorrido acaso pasamos junto a nuestro propio fantasma que camina pensando en su presente actual, mientras nosotros lo miramos conmovidos o divertidos, según sea el caso, ante su ignorancia de nuestro futuro.

Hace tres años, un par de día atrás, por la calle Colón caminó una versión de mi que sabía que iba a comprar las últimas medicinas para su madre. Mientras camina hacia la farmacia, Palas va llorando ante la realización de que ahora si, el final había llegado. Era cuestión de días, era cuestión de la aritmética simple de la vida. Sin posibilidad de recibir alimento y con los valores sanguíneos ya en niveles tan bajos, presenciaba la extinción de la luz de una vela a la que la mecha y la cera se le han agotado. Basta una ráfaga de viento para que la luz se retire. Esa ráfaga llegó faltando pocos minutos para la medianoche de un veintisiete de enero.

Sintonizada en esa recreación de los hechos que representan los aniversarios, la noticia de la semana, la muerte de Guadalupe Larriva, me conmueve por muchos motivos, por todas las capas de significados que solemos llevar encima las personas. Era una mujer civil estrenando un cargo reservado para hombres militares. Era una madre que murió junto a la hija menor a la que llevó a ese viaje porque no la había visto mucho en los últimos días. Era una mujer que tras muchos años de viudez iba a contraer matrimonio en pocos días. Era una activista política que tenía la oportunidad de ejercer el poder por el que había reclamado y trabajado toda su vida. Era la maestra, la compañera, la vecina, la amiga, la hija, allí donde era “la Lupita”.

Mientras las mayorías lamentan lo que no se pudo hacer, yo considero que lo que cuenta es lo que se hizo, lo que se logró, el momento y el estado de conciencia que se tiene al momento de cruzar ese umbral. Y cuenta mucho más lo que se deja, las palabras de los que nos quisieron, como recomendaciones para la eternidad, como señales de la inmortalidad. No muere aquel al que alguien recuerda, al que alguien nombra, suspira, cita, narra. Teresa, mi madre, no ha muerto, Guadalupe no murió. Mueren los olvidables, aquellos de los que nadie, o pocos, tienen algo bueno que decir.

Con la máquina del tiempo vuelvo una y otra vez a los momentos más queridos, a las conversaciones clave, a su sonrisa al volante de su auto café, a sus cosquillas, sus postres, a su silueta sentada en el comedor calificando montones de exámenes mientras escucha el televisor, al ruido de sus chancletas por esta casa cuando se estrenó de abuela “clic clic”, a su voz portentosa capaz de llenar y silenciar aulas inmensas, a sus/nuestras manos, a su colección de conocimientos y su facilidad para comunicarlos, enseñarlos.

Si usted cree que soy encantadora, lamento que no haya conocido a mi madre. Es un encanto, un desesperante encanto, un valiente encanto; como es encantadora la gente que sabe por qué y para quién vive, la gente que no se hunde bajo sus dolores y que no se esconde tras miles de excusas. Cuando sea grande aspiro a ser como ella.

sábado, 6 de enero de 2007

Caleidoscopio

La vida, tan pródiga, entre los pliegues de su complejidad en los que a veces nos quedamos atrapados, asfixiados, sofocados; otras nos deposita sin saber, en un remanso, una laguna, una ventana con vista al verde mar, verde bosque, verde corazón. Y en otras nos regala souvenirs del paraíso, muestras gratis de lo grande y divina que puede ser la condición humana.

Así, un 12 de diciembre de 2006, en Buenos Aires, en un recinto sagrado, un señor de bombín empieza a recitar estos versos:

Porque se ha escrito de todo
y se ha opinado de todo
y bla bla bla bla bla dice Rosario
bla bla bla bla bla dice Madrid
bla bla bla bla bla miente el diario
bla bla bla bla bla no pero sí.

Para callar en Boca tantas bocas
que nos tocan las bolas a los dos
para descolocar a los masocas,
vamos a divertirnos ¡FITO Y YO!

Y uno solo puede imaginarse la euforia, la incredulidad, la locura de ver aparecer a Fito Páez en la Bombonera de Boca para cantar con la voz que se debe, la primera estrofa de “Llueve sobre mojado”, junto a su enemigo íntimo, su “novia borracha”, su/nuestro Joaquín Sabina. La evidencia, aquí. (Y no, este no es OTRO post sobre Sabina).

De igual manera, este día de Reyes, encuentro que por un afortunado error han venido a parar a mi disco duro los archivos mp3 de un concierto de Rita Lee, y gracias a este invento prodigioso del internet además encuentro las letras y descubro por fin que el nombre de una canción favorita de siempre es “Manía de vocé” y canto…

Meu bem você me dá água na boca
Vestindo fantasia, tirando a roupa
Molhada de suor
De tanto a gente se beijar
De tanto imaginar loucuras!

A gente faz amor por telepatia
No chão, no mar, na lua, na melodia
Mania de você
De tanto a gente se beijar
De tanto imaginar loucuras!

Nada melhor do que não fazer nada
Só pra deitar e rolar com você!”

La tarde anterior, mi hermana, mi amiga me cuenta que se concretó el sueño de una promoción en su trabajo que la traerá de vuelta desde Quito a este puerto para hacernos la vida mutuamente menos inhóspita, más narrada, más acompañada. El retorno es duro, yo ya lo pasé y querida mía, uno se acostumbra, especial y básicamente por los afectos que hacen que cualquier paisaje se vuelva menos sofocante. La bienvenida y la alegría cobran vida en el corazón y preparan el camino para ti y tus pequeños.

La otra tarde descubrimos en un comentario, una referencia mutua, la gracia de las redes de relaciones que tejemos sin saber, sin querer, sin sospechar. Y nos causa risa, risa interminable, risa involuntaria, risa, risa, risa. Que la prima de alguien es la amiga de otra persona que se enamoró hace mucho años de una persona que marcaría la vida de la prima antes mencionada. Que la hermana de uno es la compañera de aula de la compañera de trabajo de su mujer. Que una termina siendo el punto central de redes extensas, que si se estira un poco el hilo terminan cubriendo el mundo entero, en asociaciones virtuosas y en círculos viciosos por igual. Todos estamos unidos, todos somos uno, solo varía el vestido corporal y la cobertura de sabores que nos hacen de izquierda/derecha, progres/retros, aniñados/revolucionarios, serios/ cómicos, fofos/teóricos, iluminados/oscuros. Y todo a la vez ¡y vuelta a empezar!

El caleidoscopio gira y la sonrisa ha vuelto. Y de nuevo canto y ensayo un pasito con eso de…

“Baila conmigo, como se baila na tribo,
baila conmigo, lá no meu escondrijo”

La casa está sola, (todo espera por hacer, por mi mano, mi acción) y se llena apenas con el eco de estas teclas. Y con la música de una señora del Brasil que dice que si Dios quisiera un día quisiera ser india y vivir desnuda pintada de verde. De nuevo, el color. Nada es coincidencia.

jueves, 4 de enero de 2007

Azul

Me siento tan azul que el mismo mar palidecería al lado de mi alma. Me siento tan agua, tan inundación, que los tallos de las flores se adosarían a mi piel para lograr unos días más de vida. Me siento tan “nada”, tan “no sé”, tan “silencio” y “soledad”.

Vivo en mi burbuja azul y desde allí opero hacia fuera, casi con total normalidad. Despierto, sonrío, abrazo, beso, visto, alisto, parto. Manejo, despido, llego, saludo, me siento, prendo, escribo, miro. Me levanto, despido, salgo, manejo, sigo, respiro, transpiro, escucho, sonrío, canto.

Acaso se me note un poco más irritable, mucho más callada. No tengo de qué hablar, porque me siento vacía, y en esa paradoja de la tristeza, tengo tanto diálogo interno que no sabría por donde empezar ni a dónde apuntar el dedo para señalar causas, orígenes, momentos, soluciones.

Una niña maravillosa viene en este instante a decirme que soy “su mamá preciosita” y a darme una cadena de besitos en el antebrazo izquierdo y mientras lo hace, sigo escribiendo. Escribo, al menos eso hago, el mes de diciembre fue de silencio no porque estuviera demasiado ocupada, que por primera vez no lo estuve, sino porque me sentía muda, dispersa, desenfocada.

Me llegó esta mañana una carta dulce muy dulce, que me atravesó el alma y me puso a revisar los últimos seis años de mi vida y ver los niveles en que le he fallado al queridísimo emisor de esa carta y lo que me duele su desilusión. Y la distancia que hay desde esta silla a la cama donde reposa de un encuentro más con la cirugía moderna.

No hago promesas, no quiero soluciones, no quiero palabras, ya he estado aquí antes, ya conozco bien la salida. Quiero tiempo, silencio, descanso. Lujos de los que no dispongo. Cuando era más joven podía pasar estos baches acostada en mi cama mirando el techo, escuchando música, llorando, escribiendo. Hoy tengo otros mecanismos, mucho menos espacio. Tengo esta pantalla, este teclado, esta página. En la oscuridad del alma se está muy sola y es eso lo que se precisa, la soledad para escuchar el latido y dejar que ese ritmo primigenio nos saque a flote. Mi sonrisa me espera.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Mi amigo

Desde la acera vecina de la masculinidad, con la óptica de la (gloriosa, dolorosa, ajena, extraña, divertida, fascinante) experiencia de ser hombre, mi amigo comparte su recorrido conmigo y me enseña a apreciar, admirar, comprender, compadecer a los hombres, esos extraños.

Mi amigo tiene muchos nombres, vive en lugares muy diversos; es alto, bajo, puede tener ricitos de oro o largos cabellos castaños; sus ojos son verdes, cafés, negros. Mi amigo me cuenta su vida, sus logros, sus penas, sus sueños. Mi amigo me acompaña con esa manera incómoda que tienen los hombres de reaccionar ante el dolor del prójimo. Es un abrazo, una llamada, una mirada, un silencio.

Mi amigo esta feliz, porque está enamorado y viviendo la plenitud de un amor compartido con una persona que es tan hermosa como él. Mi amigo está buscando su lugar en el mundo a través de una soledad que ha escogido y que está aprendiendo a disfrutar desde el amor a si mismo. Mi amigo vive con intensidad un romance a punto de separarse, con la expectativa de un futuro a distancia. Mi amigo está triste porque su corazón no encuentra el consuelo a su dolor y lo busca, lo busca, lo busca; en la noche, en la compañía fugaz.

Mi amigo trabaja a pocos pasos de mi casa en una posición de servicio y poder. Mi amigo busca trabajo a un continente de distancia en un oficio que domina pero que no ama. Mi amigo vive en medio del frío y trabaja en el descubrimiento de si mismo y la liberación de muchas ataduras, muchas restricciones. Mi amigo me habla de libros, de música, de los planes que hace para comenzar de nuevo, comenzar por fin. Mi amigo me sorprende con su gusto musical y con la dulzura que conserva bajo un aspecto serio y contenido.

Mi amigo me enorgullece, me alegra, me acompaña, me preocupa, me duele. Mi amigo vive en el Norte, el Sur, el Este y el Oeste; en Guayaquil, Quito, Bogotá, Madrid. Mi amigo vive en un pueblo chico del estado de Nueva York y no sé nada de él. Mi amigo duerme a mi derecha y me da cada noche el beso de despedida. Mi amigo llora cada noche la ausencia de su compañera, su mejor amiga.

Mi amigo me enseña lo dulce, valiente, diverso, intenso, evasivo, complejo que es el ser humano al que llamamos hombre. Mi amigo es mi imagen reflejada en el espejo, mi guía y aprendiz. Es la mano que se extiende desde la otra orilla para vivir y comprender que el único sentido de este recorrido al que llamamos vida son los afectos y los descubrimientos. Y que esta clase de amor a la que le llamamos amistad, nos da tanto como el amor al que le llamamos pareja. Te amo, amigo.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Los días de Sabina II

Lo he olvidado todo, lo juro. O más bien me ha quedado una melcocha de emociones, canciones, lágrimas, risas, gritos y llamadas que me han nublado todo recuerdo racional que incluya datos exactos, comentarios precisos. Así que advierto que contaré mi experiencia del fin de semana del concierto y no haré una relación objetiva de los hechos. Además, si no lo escribo pronto Fátima me quema el blog.

El viernes fue un día de reencuentros, confidencias, revelaciones. Caminé a media tarde bajo un cielo gris, caminé después del aguacero de la noche bajo la garúa helada. Me tomé un café delicioso en un lugar hermoso (¡gracias Carlos!). Luego, noche de pizza y vino tinto junto a una chimenea en gloriosa compañía, incluido el placer de ver lo bien que crecen las personas que hemos conocido desde muy, muy jóvenes y poder ahora, sentarte a conversar de cosas en común y reconocer la intensidad y el entusiasmo de unos bellísimos quince años. Reconocimientos a esa madre que ha dudado tanto de si misma y a pesar de (o quizá gracias a) ello ha hecho un magnífico trabajo. Espero tener tan buenos resultados como tú, amiga del alma. Me mató con su fascinación/orgullo/ alegría de “¡le pusiste el nombre a tu hija por nosotras!”.

Desperté el sábado como se despierta uno el día de su cumpleaños, de esa fiesta especial, de la Navidad: temprano. Mañana de cielo cubierto, fría, lluviosa, quiteña. Desayuno copioso, de nuevo caminata bajo la lluvia. Mensajes que vienen y van para contactar al resto de la tropa y ajustar detalles para la noche, llamadas para coordinar encuentros con la otra parte de mi familia de los afectos que vive en Quito.

La tarde nos encontró en la galería de la Universidad Católica, viendo la exposición “Tres grandes de España”. Tres pisos con grabados de Goya, Picasso y Miró. Apreciamos la ironía de estar viendo precisamente a tres artistas españoles en la víspera de ver a otro español. Sólo nos faltó almorzar tortilla española con tinto de la Rioja. Pero el entusiasmo no dio para tanto. Allí nos encontramos con las dos niñas que confunden chuchaqui con soroche, algo así como para darse aires de “monitas que no procesan bien la altura”. Señoritas, ¡lo que no procesan bien es el trago! Con ellas llegamos hasta el Magic Bean a tomar un delicioso almuerzo tardío.

El resto de la tarde fue esperar, esperar… que pasen las horas, que lleguen todos los convocados, que las calles desde la plaza Foch hasta el Agora fueran más cortas. Llegamos un poco muy tarde al local. Las puertas tenían mucho rato de haber sido abiertas y las mejores ubicaciones ya habían sido tomadas. Me enojé conmigo misma por no haberme cumplido la promesa de hacer cola desde las dos de la tarde. Finalmente, los chicos ejercieron sus instintos cazadores y encontraron una mejor ubicación. Ahí estábamos con Paulette, Ludovico, María Candela (gusto de conocerla, niña!) y Phantom, que hizo gala del mejor timing de la noche, llegó a nuestro lado justo cuando se apagaban las luces. Ninguno se lo creía.

Inicio del concierto: “Aves de paso”. Joaquín Sabina sale con bombín gris, jeans negros, camiseta de mangas cortas negra que dice “Norma Baker” en grandes letras delineadas en rojo, chaqueta púrpura encima, y un bastón con mango de plata. Es un dandy, un gentleman, un histriónico rocanrolero. El grito de fan quinceañera sale natural como si gritara así para ganarme la vida en un estudio de sonido de películas de terror clase B. El telón de fondo es un muelle pintado donde un buque llega a puerto, el juego de la iluminación hace que a veces se enciendan las lucitas de las escotillas pintadas. “Esta es la banda del Titanic, porque tocan mientras yo me hundo”, diría Sabina en el intermedio.

Llegaron las canciones. Mentiras piadosas, Ruido, Siete Crisantemos, Resumiendo, Por el bulevar de los sueños rotos, Calle melancolía, Quien me ha robado el mes de abril, Contigo, Y sin embargo, Pájaros de Portugal, Ahora que, La del pirata cojo… La lista sigue, fueron más de dos horas y ya lo dije: ¡No me acuerdo! Me pasó que se me anularon las funciones de search and retrieve de mi cerebro musical, escuchaba, reconocía los primeros acordes de cada canción pero era incapaz de saber cuál era, peor de decirlo. Cosas curiosas de la euforia. No estaba ebria, ni lo estuve después del concierto. No hacía falta, el éxtasis fue musical.

En resumen, hubo más canciones del disco Esta boca es mía, de lo que hubo en otras fechas. Me dio la impresión que hubo algo de análisis de lo que se ha vendido o conocido más en este mercado. Sobresaliente Olguita Román, hermosa voz, hermosa mujer, se mandó una canción solita y su adorable caracterización de la Magdalena, con boa de plumas y cigarrillo en largo pitillo negro. Panchito Varona, un loco con disfraces. Y Antonio García-Diego, sobrio y elegante con terno claro, se mandó una hermosa versión en solitario y al piano de “A la orilla de la chimenea”.

El público vibró, cantó, levantó los brazos, estuvo de pie todo el tiempo. A mi derecha había un grupo de tres hombres, treintañeros, que me tuvieron con la intriga todo el concierto ¿para qué habrán venido? No cantaban, se limitaban a observar, eso sí, se los veía a gusto. Pero esa fachada se cayó cuando llegó “19 días y 500 noches”, que la corearon a voz en cuello y abrazados. Hombres despechados, sin duda. En esa misma dirección un señor, mayor de 45, de terno gris, no cabía en si de la emoción, en especial, con las más viejitas. No saben cómo cantó Princesa. Ni se diga de Paulette que canta con todo su ser y que le importa un bledo saber, como lo sabe, que canta fuera de tono y fuera de ritmo. Ella canta porque le nace y le importan muy poco los estándares ajenos.

Y yo, canté con las manos cogidas sobre el corazón. Era mi forma de lograr que no se desborde. Y sin embargo…

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Lo que vino después no importa, no cuenta, porque no existe. Hasta ayer seguí escuchando, flotando, reviviendo, retumbando del concierto y de Sabina. Ludovico me regaló este caramelo: el blog de Pancho Varona, donde relata las impresiones del lado opuesto del escenario. Ya puse también mi comentario súper groupie. A lo mejor Panchito lee esto. Y al pensar eso, por pura deducción, una se vuelve a emocionar con la posibilidad de que Joaquín, ese dios que se me antoja griego (porque los dioses griegos eran como él: borrachos, sensuales, delirantes), ponga sus ojos en mis palabras. ¡Uy!

El resultado maravilloso de este concierto fue que a mi consorte POR FIN se convirtió al sabinismo. Diez años de insinuaciones mías y llega Joaquín y se ilumina. Poderoso el bombín...