lunes, 3 de octubre de 2005

Héroes de la ciudad

“Debe ser alguien especial/ que nos pueda ayudar/ debe ser alguien/ que no tenga miedo/ es una misión para un héroe amigo/ un héroe amigo.

“Soy un héroe amigo/ con honor/ aprenderás lo que te enseñaré yo/ con mucho esfuerzo y dedicación/ tú puedes ser un héroe como yo/ un héroe como yo”.


Canción de "Los héroes de la ciudad", Disney Channel

Pasaron anoche por la ventana de mi departamento. Pasaron con las sirenas encendidas, colgados de las ventanas, techos, costados, escaleras de sus relucientes camiones rojos. Uniformados de camisetas azules y una especie de sobretodos azules con rayas amarillas. Saludaban a la gente que se agolpó en los balcones del Malecón a verlos pasar. La llegada se anunció con varias cuadras de anticipación. Ese ruido que cuando lo escuchamos, solitario, una noche o tarde cualquiera, nos asusta; anoche era de fiesta.

Los bomberos de Guayaquil son una de las pocas cosas que me llenan de orgullo de ser guayaquileña. Ahí esta la famosa identidad, el cacareado maderadeguerrero. Me fascinan los bomberos, sobre todo los voluntarios. Nadie les paga, nadie les costea ni el estudio, ni gran parte de los equipos que adquieren o importan por su cuenta, ni las horas de guardia en una estación. Son hombres y mujeres, jóvenes universitarios, padres de familia, gerentes, profesionales, abuelos. Tienen la radio a su lado, siempre. Saltan en la noche a la voz de incendio, toman sus autos, cargan con sus equipos, se ponen el uniforme a medias sobre la ropa o la pijama.

Los he visto en acción en esta cuadra más de una vez. Llegan como la sangre a la herida, sin que haya de por medio una llamada. Saben que se los necesita, saben que prestan su fuerza, su cuerpo, su experiencia para salvar vidas y bienes. Se intoxican con el humo, se calientan con el fuego, se cansan con el esfuerzo. Pero insisten, llegan, asisten.

Los he visto llegar en los camiones rojos, en sus propios carros, en últimos modelos y en destartalados, en taxis, con amigos, con esposas. Abren la cajuela, se ponen los pantalones con tirantes, se acomodan las botas, se protegen el cuello y la cara, se calzan la chaqueta inflamable, se calan el casco. Y se meten al fuego. El fuego del que nosotros, los normales, huimos, ante el cual nos descontrolamos.

Nadie les paga, nadie los llama. Son nuestros héroes de la ciudad. Son nuestra tradición. Mi mejor amiga está casada con uno de ellos. Admiro a las parejas, madres, padres, novias, enamorados que se quedan en casa en la media noche o se enteran de un fuego en cualquier momento del día y esperan. Confían. Rezan. Ellos saben lo que hacen pero siempre hay riesgo. Y más de una vez habrá el dolor de no haber llegado a tiempo.

Pasaron anoche y no me dio ninguna pena hacerles de la mano, sonreírles, agradecerles. No me dio nada menos que orgullo verlos tan numerosos, contentos, haciendo una bulla casi insoportable, algunos ondeando a todo viento la celeste y blanca bandera de Guayaquil.

lunes, 12 de septiembre de 2005

Alma de blues

Estoy con el corazón pintado de blues. Azules cielo, azules mar, azules mirada, azules noche, azules tristeza. Tristeza inexplicable, tristeza inesperada, tristeza rechazada.

No son los recuerdos que no tendré de un Mardi Gras en Nueva Orleans, no son los cortejos nada fúnebres con banda “mocha” en clave de jazz por el cementerio antiguo que jamás acompañaré con irreverente sonrisa.

Son dolores del crecer, nostalgia del futuro imposible, saudade por las vidas pasadas, las compañías que hoy están demasiado lejos, en otras dimensiones, otros países, otras realidades interiores.

Este fin de semana viví un momento mágico. Tres amigas que bailaban con sus hijos en el patio de una casa, junto a los músicos que cantaban eso de “mientras siga viendo tu cara en la cara de la luna”. Y fue perfecto, fue espontáneo, fue feliz. Fue ver la sonrisa de mi hija que disfruta cuando baila conmigo, fue sentir que le estoy pasando esa parte de mi. Fue tener a un lado a la amiga que vive lejos, con la que los lazos virtuales han hecho más intensa la intimidad, con su hijo hermoso, vibrante, feliz. Fue tener al otro lado a la amiga a la que le están naciendo tímidas hojas después de que un tifón le arrasó su concepto de la vida y el amor y le dejó de regalo un niño bendecido. Y un corazón nuevo.

Algún día recordaré ese momento y nostalgiaré por este ahora. Los niños pequeños, las madres apenas entrando en una madurez en la que no se reconocen del todo, pero que saben que ya se instaló en sus vidas algunos momentos antes.

Me siento como la tierra por la que pasó el huracán, inundada, revuelta, caótica. Pero llena de posibilidades, caldo de cultivo para un mundo nuevo, una madurez nueva, una inocencia nueva.

sábado, 27 de agosto de 2005

Punto de in(re)flexión


Quiero decir que lo siento. Y aquí cabe un doblesentido, el “lo siento” que es expresión de compasión por la pena del otro, y el “lo siento” que es conjugación en primera persona del verbo sentir. Siento que haya personas queridas que tienen días grises, días de cambio, días de no saber si sentir alivio o desarraigo. Siento que, confrontada ante el evento de una ruptura, me ha tocado ver la otra cara de la moneda y acompañar a la persona que recibió el “no va más” y siente el crujir de las ilusiones vueltas puñales y preguntas. He visto lo que sentiste y me avergüenzo de haberte hecho daño. Entiendo en este momento que cuando se habla de perdón no hay reparación real hasta que no se comprende (se siente, se sufre, se compadece) el dolor causado y se lamenta haber sido la “perpretadora” de ese daño.

Y como hice una vez con la Tere, te pido perdón aunque no me arrepienta de las decisiones tomadas, las acciones realizadas. Eran necesarias, eran el bien mayor, eran la honestidad y el crecimiento. Pero reconozco y valido tu emoción rota, no ofrezco restauración, como es obvio, pero te doy reconocimiento. Lo siento. Ahora hay la suficiente distancia como para volver una mirada honesta a ese momento y ofrecer una disculpa que ya sabemos que no tiene tinte ni de confusión ni de esperanza.

Cuando decides romper una relación el que lo piensa por días, semanas, meses, está sufriendo la ruptura por anticipado, desanuda los lazos poco a poco, cuestiona, evalúa, se despide. Cada encuentro es despedida; cada encuentro es un intento de recuperar esa emoción, esa chispa, esa promesa; pero cada encuentro es una desilusión, es el escozor de la certeza, el duelo de los años recorridos, es el repaso triste de los pasos dados, los que nos unen y los que nos apartan.

El que rompe, (aunque haya sido tan cobarde como para no alcanzar a pronunciar las palabras antes de romper a sollozar) ya sufrió antes, ya pensó, ya lloró, ya se culpó, ya se perdonó, ya vivió ese momento cientos de veces en su cabeza. El que recibe la noticia se estrella de golpe contra la pared cerrada, se encuentra de repente con una mano vacía, con un asiento de más en el auto, con una colección de cartas, fotos, tarjetas, momentos, que hasta instantes antes decía “para siempre” y ahora gritan “nunca más”. Y la rabia y los por qués y los reclamos mudos y ese abandono, esa tristeza, ese niño roto que se agazapa en la conciencia. Y sobre todo ese “no me lo esperaba”, “no me lo merecía”.

(Y la verdad es que en materia de amores no es concurso de merecimientos, no es carrera profesional. Es. Simplemente es. Cuando no es, nada puede ayudar a fabricarlo, nada ni nadie debería obligar a nadie a quedarse con nada menos que un amor total).

Te guardo en la historia de mi vida con cariño, con valor, con recuerdos lindos, con todas tus cualidades, con las personas, los lugares, los eventos, las risas, los abrazos, las pizzas de cebolla, los paseos en el auto, las noches y los días. Siempre hablo cosas buenas de ti porque no tengo nada malo que decir. No me da, sin embargo, la nostalgia para decir que preferiría que nada hubiera pasado y pudiéramos ser amigos. No se puede tener todo en la vida, no se debe tener todo en la vida. Tuvimos cinco años de vida y crecimiento que marcan una época, un recuerdo, un punto de inflexión. Este, supongo, es mi regalo de bodas para ti. Aunque mas bien, podría considerarse una despedida de soltero, dado que formo parte de la parte de la historia del “antes” que llamamos soltería. Que tu “después” sea tan pródigo y feliz como el mío.

domingo, 24 de julio de 2005

Bits Julianos


Barcelona 0 - Liga 3

Es 24 de julio, cumpleaños de Simón y de Pablo. Pasan de la una de la tarde y en el fondo escucho la narración del partido entre Liga de Quito y Barcelona que se destaca entre el silencio abrumado de los hinchas barcelonistas de la Bahía. El marcador indica un 3-0. Si fuera Barcelona el que ganara, el ambiente estuviera festivo, hubieran sonado los disparos con cada gol, la princesa hubiera corrido hasta aquí a abrazarse, diciendo entre dientes “mucha bulla”. Pero no. Imagino, en cambio, la algarabría en cualquier bar de Quito. La balanza se inclina hacia ese lado. La alegría este año le toca a alguien más.

(Me queda sin embargo, una egoísta sensación de alivio: podré salir esta tarde sin temor a los eufóricos hinchas borrachos).

El circo de la Fundación

Es el fin de semana de la fiesta de la fundación de Guayaquil. Nótese que solo en años recientes se ha empezado a dar importancia a este festejo. Antes se trataba apenas de un feriado más, creo que ni siquiera había desfile y no recuerdo bien si la elección aquella de la Perla del Pacífico era en julio o en octubre. Recuerdo también cómo mi abuelo César le cambiaba una consonante al título por algo un tanto ofensivo y por eso, gracioso.

A propósito de reinados, casi lloro de la risa cuando leí que el Parlamento Andino auspicia el flamante Reinado Bolivariano. Menuda manera de expander los ideales de Bolívar, que al fin y al cabo, era un mujeriego sin remedio.

Es tiempo del Play Land Park y de los circos. Y al parecer también se va convirtiendo en tradición que la fiesta juliana sea igual a ferias de muebles. Hay unas cuatro en la ciudad. Es curioso cómo los comerciantes van configurando sus oportunidades de acuerdo a la época del año: febrero con los sanvalentines, mayo para las madres, junio inicia por los niños y termina con los padres. Así que ¿por qué no? julio para decorar la casa. Nada mal, aun les queda inventarse algo para agosto. Ahora que apenas finaliza septiembre comienza la temporada navideña. ¡Qué abombe! Cada año compadezco más a las empleadas de las tiendas de departamentos que llegarán al 24 de diciembre deseando degollar a los pastores, que Papa Noel se incendie en la chimenea y con una aversión total a los villancicos. Y claro, agotadas y nada “navideñas” con los horarios extendidos en todas las tiendas y centros comerciales. Al menos en enero nos dan tregua, cansados, hartos y gastados como (se supone que) quedamos.

La mayor revelación de estas fiestas no aparecerá en primera plana de los diarios del martes. No, la encontrarán instalada frente a la Terminal Terrestre: “El circo del Reggaetón”. Listo, todo queda aclarado: el reggaetón es una payasada. Además, todo lo que merece tener un circo está a punto de morir. Ese es el mismo circo que el año pasado fue el circo de Ta’Dominado, y años antes, el circo de Betty, la fea. Así que paciencia, si ya se mereció tener un circo con su nombre, hay la esperanza que esa abominación seudomusical esté pronta a desaparecer en el olvido. Y claro, permanecer como baile de nostalgia para los matrimonios. Igual que el meneíto y la macarena. ¿Alguien recuerda ese momento incómodo cuando ponían “El venado” en las bodas? Siempre cuento la anécdota de la pariente que en su boda puso como canción especial de los novios esa de Wilfrido que va: “ya no tengo un lugar que no me hayas besado/ ningún rincón sagrado te falta por andar/ profanaste el pudor/ ya no queda un camino/ que no sea testigo de un gemido de amor”. Las viejitas sonreían confundidas y los novios bailaban con una sonrisa cómplice. Y bueno, el matrimonio terminó en divorcio varios años, una simpática hija y una emigración a España después.

Guayaquil vive ¿por mi?

Recorro todos los días las calles del puerto que en estos meses bullen de actividad: maquinaria, obreros, cemento, hierro, tuberías, cables. Se está montando la infraestructura de un sistema de transporte municipal que todos deseamos que funcione. Sin embargo, asisto con tristeza a la muerte de los últimos árboles que habitaban la calle Boyacá. Un día el paisaje incluía hojas y sombra. Al siguiente, el parterre desnudo dolió como cuando se lee un nombre conocido entre los obituarios del periódico. Más sol para los transeúntes, más espacios ganados para los vehículos, menos amortiguadores para el esmóg y la bulla. Comprendo los motivos, aprecio el progreso, pero igual lamento la pérdida de una vida que tomó tanto tiempo en crecer, enrraizarse, florecer, perdurar.

No puedo ser injusta: en la mayoría de las avenidas del norte, las que se planearon amplias desde un inicio y con grandes parterres para árboles, se está dando mantenimiento, se podan las ramas bajas para evitar que bloqueen visibilidad, se estimula el crecimiento vertical de los árboles. Estuve hace poco en Florida (Estados Unidos) y allí, aunque se privilegian las grandes avenidas y el auto es rey, (tanto que hay lugares donde no es posible caminar porque no hay la vereda adecuada para peatones) también las leyes que protegen los árboles son muy estrictas y hay exhuberante verdor por donde se mire. Si el ideal del Guayaquil proyectado es Miami, ¿no se nos está olvidando este detalle? (Sonrío, había puesto "la Florida", pero rectifico en aras de no mantener ese insoportable referente automático a los Estados Unidos).

Anhelo por un festejo diario de todas las cosas vivas, las ciudades, las personas. En el caso de este asentamiento urbano que habito, tan solo deseo un día en que la gente no bote basura a la calle, no importa el pretexto. Que la ciudad esté limpia no porque se la limpie mucho sino porque se la ensucie poco.

Feliz cumpleaños, Guayaquil, aunque seas de esas mujeres coquetas de las que no se saben bien la verdadera fecha de su nacimiento.

lunes, 18 de julio de 2005

Mi día

Es 18 de julio y es mi día. A las 10 y media salí del hogar protector del cuerpo de mi mami a un mundo complejo de colores, sonidos, olores, sabores, afectos y aprendizajes.


Amo los cumpleaños, me los disfruto mucho, me fascina convocar afectos y reunirlos a celebrar, celebrarme. Eso se lo debo a la Tere, siempre me hacía pasar un día muy especial, lleno de detalles, la llamada a la hora exacta del nacimiento, la torta hecha o comprada pero sabrosisisima siempre, el abrazo, la bullita con los cubiertos a la hora del almuerzo... Son dos años sin recibir esos cariños en lo físico pero sé que ella debe haber movido sus influencias (que para estas alturas no deben ser pocas) para ordenar el sol radiante y el cielo azul que me cubrieron al salir esta mañana hacia el jardín de la princesa. (Gracias mami, empiezo a sentir mas tu presencia, que tu ausencia... rico...).


Este es un cumpleaños feliz, la alegría vuelve a colarse en toda mi existencia, con el milagro presente y constante del amor cotidiano de Pepe y Emilia; con la bendición abundante de las amigas del alma, las de mucho tiempo (quizá muchas vidas, ustedes lo saben) y las de encuentro reciente, con su dosis creciente de confianza y descubrimiento, y los amigos queridos que llegan tarde, pero llegan, que mandan mensajitos en el celular temprano en la mañana y flores unas horas despues (gracias! hermosas!), que envian besos en el chat, que entregan abrazos breves pero cargados de afecto.


Festejo la dicha de vivir en este mundo, hoy, ahora, con toda mi historia recorrida y toda la perspectiva del futuro, con todo el amor que me rodea, con la dicha de tener un espiritu siempre dispuesto a crecer, a expandirse, a ser feliz.


Gracias a todas y todos por el camino recorrido, gracias por las demostraciones de afecto. Treinta y tres años, si, inevitable el lugar común: "la edad de Cristo", supongo que significa que es la edad de las realizaciones, de salir como El, al mundo a demostrar y compartir lo que se aprendió durante los 32 años pasados. Buen tiempo, buena edad, buen viento.

sábado, 18 de junio de 2005

Visiten a la gorda

La encontré gracias a Long John Silver, gracias a que entré a votar por Locura Extraordinaria en el concurso de 20minutos.es. Una vez cumplida la misión de apoyar a los amigos, (no solo porque son amigos sino porque de verdad me gusta su blog, su honestidad, su frescura, su estilo) me puse a husmear en el ranking de los blogs latinoamericanos y ahi la encontré. El nombre no puede ser más sugerente: Weblog de una mujer gorda, como ella dice, el diario de una mujer que podria ser tu madre.

Este blog lo publica Mirta González de Bertotti, una abuela, aunque se enronche la gorda, ya es abuela. (Y lo sé porque cuenta TODO, créanme, TODO, sobre su familia. Argentina, 52 años, graciosa, desenfadada. Escribe de su vida cotidiana en un pueblito llamado Mercedes con humor, ternura y desparpajo. Hermoso diseño de página además, aún no descubro quien se lo hace, tiene caricaturas de toda la familia, y hay harta lectura. 200 posts. Grande la gorda, nos gana con mucho. Me encanta la gorda. Leánla y hablamos. Y si les gusta, voten por ella en el concurso, claro, después de votar por Locura Extraordinaria.

http://mujergorda.bitacoras.com

martes, 14 de junio de 2005

Garganta ¿traidora?

Un evento que sucedió hace quince días me ha tenido pensando en la lealtad laboral y el sentido de ésta frente al comportamiento de tus superiores. ¿Se viola la lealtad a la naturaleza de tu cargo cuando tu superior comete algo incorrecto, rayando en lo criminal? ¿Hace alguna diferencia que un hombre denuncie un acto de corrupción por puro resentimiento hacia sus directivos?

En la más reciente edición de la revista Vanity Fair se reveló la identidad de la fuente periodística mejor guardada de la historia: Deep Throat (Garganta Profunda). Su nombre es W. Mark Felt, un ex duro del FBI que entregó información clave a los periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein acerca del escándalo Watergate que le costó la presidencia de los Estados Unidos a Richard Nixon.

La anécdota es parte de la historia del periodismo, en especial por el sigilo que guardaron durate estos más de 30 años los dos periodistas y su editor, Ben Bradley, las únicas tres personas que conocían la identidad del informante y que prometieron guardar el secreto hasta la muerte de Felt.

En los días de la revelación se comentó en los Estados Unidos no solo el tema de las fuentes periodísticas reservadas sino también si el segundo al mando de la oficina de investigación federal, un hombre del que se esperaba sigilo y obediencia era o no un traidor.

Yo digo que no. Creo que no traicionó a su cargo porque si un superior comete tamaño abuso de poder inmediatamente se expone a que alguien quiera y pueda denunciarlo. En este caso en particular, el presidente Nixon perdió el respeto y la lealtad de su subordinado el día que decidió apoyar la acción de espionaje del partido político contrario. Si esas prácticas se hacían antes y se siguieron haciendo después no viene al caso. El punto es que Felt denunció lo que había sucedido, confirmó datos, aclaró rumores, cuando se suponía que trabajaba para encubrir, ocultar, callar.

Como dice en el artículo de VF, mintió a todos en su vida, a su familia y a sus superiores. Se sospechaba de él y de hecho su historia en el FBI incluye un despido y un posterior indulto del presidente Reagan. El detonante de su relación con los periodistas sería el hecho de que nombraron a otro y no a él como director general del buró, cuando le “tocaba” después de la muerte de su jefe inmediato y mentor, Edgar J. Hoover.

De nuevo las dudas, ¿cuenta que un resentimiento y no el “hacer lo correcto” fuera la motivación de este hombre? El resultado es el mismo aunque la intención fuera diferente. Trayéndolo a la realidad nacional, si yo soy una ejecutiva de, digamos, un ministerio y veo que el ministro está feriando la plata o concediendo contratos alegremente, ¿debo ser leal al jefe o leal a mis principios morales? Ahora bien, ¿es el mejor camino la denuncia a través de la prensa para alcanzar la presión de la opinión pública? Claro, sin contar con que al mismo tiempo arriesgo el puesto. ¿Debió Felt lanzar su carrera por un precipicio y salir públicamente con su denuncia?

Existe una subhistoria en este “golpe” periodístico por parte una revista, que se dedica por igual a temas de moda que a la política, al gran periódico de Washington dueño de la primicia por derecho propio. VF realizó grandes esfuerzos para que no se filtre la información hacia el Post de modo que ellos no se adelanten con la revelación. Al parecer el abogado John O’Connor, autor del artículo, había intentado negociar primero un pago a Felt y su familia por la publicación, algo que la revista declinó. Luego se dedicó por un año a buscar un editor para un libro sobre el informante, pero como no lo logró volvió a tocar la puerta de la revista. Se usaron nombres en clave, se enviaron portadas falsas a la imprenta, y lo lograron. Woodward, Bernstein y Bradley mantuvieron su palabra hasta el final. No fueron ellos quienes lo revelaron.

martes, 31 de mayo de 2005

Decepcionada estoy

Son las 23h00 y escribo con la impresión en caliente. Si, este es otro post sobre Star Wars: The revenge of the Sith. Disfruté la película tal como es, un producto de entretenimiento inspirado en la eterna lucha del bien contra el mal. Sabía de muchas de sus fallas y como tales, las pasé por alto. Me divertí, me emocioné, no me sobresalté mucho la verdad, aprecié el trabajo en efectos especiales, varias cosillas en el argumento me dejaron con vacíos.

PERO lo peor de todo es la decepción que representa ver a la Orden de los Jedis cometiendo error tras error que casi me hace opinar que se merecieron la suerte que tuvieron.

Veamos: dos películas atrás el Consejo Jedi establece que Anakin Skywalker tiene un talento especial, la Fuerza es muy fuerte en él, es posible que sea el Elegido, el chico de la profecía, el que va a traer el equilibrio de la Fuerza. ¿Entonces? A este personaje que desde niño ha dado muestras de tener pasiones fuertes, (ira, orgullo, miedo, apego), de las que nos advierten siempre que son las que llevan al temible lado Oscuro de la Fuerza, ¿por qué lo dejan así tan suelto, tan flojo en sus conocimientos y convicciones? Si Yoda siente desde un principio que el joven Skywalker tiene gran tendencia hacia el mal, ¿por qué no le ponen más atención, más rigor tanto físico como mental e intelectual? ¿por qué El Elegido no tiene respuestas firmes a las tentaciones de Palpatine?

Casi le demos la razón a Anakin por su confusión, su poca rectitud, incluso por pecar de algo tan básico para un iniciado: no comprender la muerte como un cambio de estado y aceptar la pérdida sin dolor. Muy mal entrenado el padawan de Obi-Wan Kenobi, con mucha habilidad para la pelea con sables láser pero absolutamente torpe para los enredos de lógica, para las falacias del poder. Padmé, simple mortal, es incapaz de aceptar el camino por el que se va su amado, por una pura elección moral. Aunque la actuación de la Portman es bastante mala, lo que representa la señora Skywalker es la lealtad a los valores a cualquier precio, incluso un corazón roto. La única buena línea que le dan en toda la película demuestra esa claridad de pensamiento y que es algo como: “Así es como se muere la democracia, entre aplausos”.

¿Qué podemos pensar del Consejo Jedi? ¿Que desconfían tanto del chico que le ocultan información porque lo menosprecian o porque le tienen miedo y digamos, hasta envidia? ¿Por qué dejarle saber que será el más grande Jedi de todos los tiempos para primero inflar su ego y luego bajarle esa soberbia espiritual a punta de desinformación, ocultarle planes e intenciones y de cierta manera humillarlo al no decirle de frente algo tan sencillo como que no está listo para ser iniciado como Maestro?

Como me comentó Fátima, los dos bandos juegan miserablemente con el joven Skywalker. Pero el único que le ofrece algo concreto, algo tangible, la única petición que tiene, es el Lord Sith que lo tienta con el poder último: prevenir la muerte de un ser amado. Además, por favor.... Padmé y Anakin viven juntos y nadie se da cuenta??? ¿Los Jedis no son capaces de sentir esa emoción, el amor de estos tortolitos?? ¿O acaso cada Jedi es capaz de ocultarla ciertas emociones, no digamos del Consejo entero, pero de su maestro, su guía personal, que comparte con él misiones y entrenamientos?

Igualmente, ¿por qué no enseñan los Jedis a sus discípulos los límites y alcances del Lado Oscuro de la Fuerza? Se maneja todo como un tabú, algo de lo que no se puede ni debe hablar, un conocimiento que manejan solo los sumos sacerdotes. Por tanto, por ignorancia, Anakin cree ciegamente en las leyendas que Palpatine le cuenta, porque con tanto misterio solo acrecentaron su credulidad. ¿Suena conocido? Casi parece clase de religión.

En esa misma línea, ¿acaso no sería bueno dejar que los padawans pasen por un ejercicio de tentación del lado oscuro? Anakin se atreve a cuestionar todo lo aprendido y no hay nadie que resuelva sus inquietudes, no hay nadie que sienta lo que se esta gestando en su corazón y aclare con verdad su confusión. Lo dejan solo, a la deriva, y toma la única decisión que su pasión le permite tomar. Si casi le grito a Windú cuando lo deja solo, solo con su miedo, solo con su tentación como si fuera un cachorito. Sit. Espera. Dejanos hacer esto a los adultos, tú eres solo un niñito bobo. Ahí tienen, su niñito se descarrió. Y de qué manera.

Claro, me dirán que estaban en medio de una guerra. Pero por lo mismo, si el adolescente rebelde es tu supuesta esperanza, ¿no deberías tenerlo siempre bajo tu mirada y al alcance por lo menos de tu consejo?

Bien balurdes nos resultaron los Jedis. Ni siquiera Yoda, con todo lo super cool que es el muñequito verde, se salva. Y Obi-Wan Kenobi, es tan ingenuo que da pena. Decepcionada estoy. Y a dormir me voy.

PD: Eso si, cuando Darth Vader, reencauchado en su reluciente traje negro, pronuncia su primer "Yes, Master", con la voz poderosa de James Earl Jones, casi me da algo.

lunes, 23 de mayo de 2005

El túnel del equilibrio

Desde el 2004 en Guayaquil existen dos túneles que conectan el Malecón y la calle Boyacá con la avenida Pedro Menéndez Gilbert. Atraviesan el cerro Santa Ana y el cerro del Carmen, respectivamente, cavernas inmensas forradas de concreto, llenas de luces, con tres carriles cada uno. Gran solucion al trafico que sale del centro hacia el Norte de la ciudad. Son mi atajo preferido, frente a la opcion de pasar por la siempre peligrosa calle Loja en la ida y por la vuelta larga alrededor del cementerio, tambien en barrio no tan recomendable, solitario y oscuro.

Recuerdo que cuando los tuneles se inauguraron se comentó en la prensa que no seria necesario encender las luces de los autos en su interior, dado que contaban con suficiente iluminacion para el trayecto. Sin embargo, el conductor que los usa sabe desde hace tiempo que si bien las luces no son necesarias para ver el camino si lo son para advertir a los demas conductores de su presencia, especialmente en el momento de llegar a las salidas. Pero el uso de luces era opcional, hasta hace poco.

Hace algo asi como dos meses la Comisión de Tránsito del Guayas instaló grandes señales de tráfico en los alrededores de los accesos a los tuneles que indican que a) se debe encender las luces, b) se prohibe cambiarse de carril y c) que se debe respetar la velocidad maxima de 50 kms por hora, y que dicha velocidad se monitorea por cámaras de seguridad.

¿A que obedece la disposicion de la velocidad? Mi hipotesis es que algo tiene que ver el factor estructural de la obra de ingenieria que son los tuneles. La vibracion de miles de carros que los atraviesan cada dia tiene un mayor efecto mientras mayor sea la velocidad de los vehiculos. Es decir, si queremos tener tuneles para rato, tenemos que cuidar nuestra velocidad. Y bueno, la norma de no cambiarse de carril tiene que ver con el monitoreo, para poder controlar la velocidad del carro X, este tiene que seguir el mismo trayecto durante todo el recorrido, de modo que se pueda calcular e identificar a los que estan pasandose del limite.

Desde que se impuso la norma traté de respetarla, pero, claro, solo he ha hecho costumbre general desde que los patrulleros empezaron a esperar a los conductores en la salida de cada tunel. Mi carro ha sido detenido dos veces, las dos por error. En la primera ocasion a mi esposo lo multaron, ya que no habia otro motivo para hacerlo, por no tener puesto el cinturon de seguridad. (Que ya era hora que le pase, y desde entonces lo usa. No sirvieron mis argumentos de seguridad, tenia que venir un vigilante a obligarlo). En la segunda yo estaba sola y el vigilante enseguida acepto que se habia equivocado de auto. Eso, si, desde la primera oportunidad, el punto para apagar las luces ha cambiado de la abertura del tunel al sitio de control de los vigilantes.

Me fascina ir dentro del tunel, controlando la velocidad del carro. Siento que se vuelve un ejercicio de autocontrol, una experiencia de disciplina. No me importa que el unico estimulo que funcione sea el negativo, el de que los vigilantes PUEDAN estar esperando afuera con el castigo de una citacion o, para muchos, el pago de una coima. No me molesta que el trayecto se haya vuelto un poco mas lento y que esa pista de carreras que eran los tuneles se convirtiera en una cuasi procesion. Pienso que el ejercicio es valido para (ojalá) moldear la mente de los guayaquileños hacia el orden y el respeto, hacia saber que se debe y puede respetar una norma dada por argumentos validos. De ahi a saber que la basura NO SE BOTA por la ventana, que no se escupe en la vereda, que los niños (y los adultos) pueden aguantarse las ganas de hacer pipi hasta encontrar un lugar donde hacerlo, que la calle se cruza en la esquina, creo, aspiro, confio, hay un paso. ¿Optimista? Siempre.


miércoles, 4 de mayo de 2005

Las madres que tengo

Tuve, tengo, me corre por las venas, una madre excepcional, compleja, completa, entregada aunque independiente, una diosa en sí misma. Dueña de una seguridad a toda prueba, luchadora, trabajadora, maestra en todo momento y en todo lugar. Me enseñó a ser, sin muchas palabras, sin una colección de máximas, tan solo con el ejemplo de su día a día de trabajo a doble jornada, de manejar todo el día por toda la ciudad y aún así separar tiempo y energía para compartir conmigo momentos especiales.

Ahora soy yo quien recorre la ciudad de un extremo a otro, recorriendo los caminos que ella me enseñó para evadir el tráfico, y siento que en ese detalle sencillo me enseñó una verdad más grande como puede ser que el camino principal, el más concurrido, el lleno de tráfico no siempre es el mejor para llegar al mismo destino que el resto, que solo conoce una manera de llegar.

Ahora vivo en el centro y recuerdo nuestras caminatas en época de vacaciones, cuando la acompañaba a bancos, almacenes, oficinas. El paseo siempre terminaba con un helado en La Palma o en el café de alguno de los hoteles de la zona. Parqueaba el carro lejos para evitar los cuidadores callejeros -los detestaba- y hacíamos que la mañana rindiera para muchos meses. Ja! Digo “hacíamos”, ella lo hacía y yo la seguía.

Tengo, tuve, una madre que fue madre soltera, que eligió darme vida cuando todo a su alrededor le pedía mi muerte. Y era mujer alegre, madre generosa pero firme, siempre joven, rodeada de jóvenes. Hace poco una compañera de colegio que se encuentra en la misma situación de vida que mi mami me dijo que siempre la recuerda cuando tiene ganas de quejarse. Recuerda su actitud de “si, la vida es dura, ¿y que?” y eso la ayuda a seguir adelante, a sonreír y disfrutar de sus hijos un día mas. El regalo multiplicador del ejemplo.

Tengo, tuve, una madre que eligió una muerte digna, sin esfuerzos desesperados. Que pidió un tratamiento no invasivo para su enfermedad y asumió con valentía las consecuencias cuando todo el mundo le decía que las posibilidades de éxito eran mínimas. Que rechazó el intento de aplicar una quimioterapia que solo la iba a debilitar mas de modo que los meses que pudiera ganar de vida fueran apenas una agonía prolongada, una tortura extendida. Que aceptó la llegada de la hermana muerte con una sonrisa, con el desprendimiento de saber que el camino no termina en ese umbral.

Tengo, tuve, una madre que me dio cosquillas, canciones, cuentos, anécdotas, collares, anillos, libros, consejos, que salía a cualquier hora a recogerme a cualquier lugar, que me dio protección, estructura, amor, amor, amor, amor. Ese amor que aun siento igual que la mañana en que me puso su mano flaca, que copiaron sus genes en mis manos, sobre el corazón y sentí una inundación de emoción, de calor, de AMOR que llevaré conmigo para siempre.

Ahora en el vacío de su espacio físico en mi vida, descubro y agradezco a las otras madres que tengo, las que me acompañaron desde antes, las que me quedaron, las que comparten su amor conmigo, las que admiro y a las que acudo cuando necesito un abrazo, una sonrisa, una buena conversación. Las que encarnan en si, la presencia del amor de mi mamá.

Está Evelina, madre tan distinta a la mía, pero de quien aprendí tantos detalles, tantas actitudes que son parte de mi vida. A quien quiero con una ternura que ella no se alcanza a imaginar, a quien quisiera proteger de tanta gente a su alrededor que quiere algo de ella, supermujer resuelvevidas. Eve gritona, Eve genial, Eve empresaria, Eve musical.

Está María Isabel, madre en esencia tan similar a mi Tere, dulce como el pan, práctica como la luz del sol, hermosa, cálida, recursiva, singular. Ella sí que sabe cuánto la quiere porque lo percibe, lo intuye, lo recibe. Y también lo da.

También está Mercy, la espiritual Mercy, la Mercy con la que uno empieza y no termina de hablar nunca, igual que con su hija querida. La Mercy que me recibió en un abrazo sin palabras la tarde de octubre en que venía de escuchar que no había marcha atrás con la enfermedad de mi mami, que la ventana de oportunidad para una operación salvadora se había cerrado para siempre. Fui hasta ella porque necesitaba un abrazo de mamá. Lo encontré y sé que esta allí para siempre.

Estas madres son un poco madres mías porque son las mujeres que trajeron al mundo a las hermanas que la vida me regaló, las hermanas del alma, las que cubren el rango de mi vida, mi infancia, mi adolescencia, mi paso a la adultez.

Está también la madre que llevo dentro, la que soy para Emilia. La que nació el 31 de octubre de 2002, a las 6 y 18 de la mañana, al mismo tiempo que esa vida en ebullición que es mi hija. La que desde entonces tiene las antenas sintonizadas a esa vocecita y a esa entonación de mi nuevo nombre: MAMI.